
Decálogo del Homosexual
1. Soy homosexual desde siempre y nada puedo hacer para cambiarlo. Quien diga que puede es un mentiroso, un iluso, un ignorante o quizás sus miedos lo hacen pensar que si.
Xavier Pikaza Ibarrondo
Una Comunidad Diversa que busca ser amorosa y cercana, preocupada por los excluidos. En esta "Diversidad" Vino Nuevo asume el Amor de Dios hacia TODAS las personas, sin importar su orientación sexual, estado civil, genero, raza, postura social, económica, política o religiosa. Consideramos y creemos profundamente que el Amor de Dios lo puede experimentar toda persona.
Mis amigos dicen que tengo buena memoria, y creo que así es. Al parecer sólo olvido los nombres chinos de los personajes de los que quiero escribir, justo como me sucede ahora con el maestro Tortuga (así le llamaré aquí) y el maestro Animal Orejón que parece Zarigüeya.
El primero es al maestro de maestros, es paciente y sabe mirar más allá de las apariencias, dejándose guiar por su intuición (tan devaluada en nuestro mundo occidental) Es quien tiene una mirada de conjunto que sobresale de la mirada miope del acontecimiento. Cree, a pesar de lo difícil que resulta, en que se pueden esperar grandes cosas aun de “un panda gordo”.
El segundo es práctico, sabe que hay un modo de hacer las cosas y lo pone en práctica. Conoce sus metas y sabe cómo exigir la realización de las mismas. Se enfrenta a la situación desde sus ideas, buenas y válidas, pero no sabe cómo abrirse a lo diferente de los diferentes.
Tortuga sabe que la realidad es más compleja y que hay que saberse adaptar como la vara de bambú, que resiste al vendaval porque es flexible hasta tocar el suelo si es preciso. Orejón ha obtenido resultados siendo firme, enfrentando la vida desde lo que sabe y lo que le ha funcionado.
Orejón sabe que hay que esperar al verano para ver qué flores se convertirán en duraznos de sabiduría, Tortuga piensa que es verdad, pero que el durazno siempre da duraznos. Orejón apaga cientos de velas con dos movimientos, Tortuga sopla despacio una a una. Tortuga sabe que un buen maestro es el que deja al alumno solo ante sí mismo, para que saque lo mejor de sus recursos. Orejón piensa que el maestro no debe ser flexible con el método, pues lo que funciona para uno, funciona para todos.
Tortuga es como Dios: sabio, paciente, esperanzado, individual (que nos trata como personas, no como producciones en serie), cercano y cálido, que sabe cuando es el momento de hacerse a un lado para favorecer nuestra madurez.
Orejón es como yo (y no me refiero al tamaño de las orejas, que si me conoces en persona puedes pensar que lo digo por eso): rígido, impaciente, exigente con otros de lo que me he exigido a mi mismo como si los demás tuvieran que pasar lo mismo que yo y del mismo modo; distante (que si uno no guarda la distancia, acaban metiéndose en nuestra vida, digo yo), lleno de expectativas sobre lo que los demás me tiene que dar, sobre lo que me tiene que amar, sobre como tienen que responder y comportarse; eso sí, siempre haciéndome el necesario y esperando un agradecimiento por ello (y ¡ay si no llega!)
Como Orejón, me paso la vida calculando resultados, haciendo cuenta de cuantos intereses me va a generar tal inversión, aunque la “inversión” sea tiempo para una persona, una relación amorosa o mi empleo. Como Orejón, si hago algo por alguien es a mi modo, según mis conceptos, y espero resultados.
Definitivamente soy como Orejón (pobre, le tocó ser el malo en esta parte de la historia).
Pero quisiera ser más como Tortuga, abierto a la sorpresa de la vida.
Como Tortuga, fluyendo con lo que es y con lo que hay.
Como Tortuga, aceptando pacífica y sabiamente mis límites y los límites de los demás.
Como Tortuga, asumiendo que no todo resulta como quiero.
Como Tortuga, sabiendo que no todos son iguales ni van a reaccionar igual (y esto en el amor es un talón de Aquiles).
Como Tortuga, consciente de que no soy infalible ni perfecto.
J. Álvaro Olvera I.
(Dedicado especialmente a
Escuché la voz de Dios en una caricatura. ¡¿Qué?! Pues si, esta película, además de divertida y de lo fácil que es identificarse con los personajes (huelga decir que me identifiqué con el panda, y si me conoces en persona sabrás porque), me ha dejado un par de aprendizajes que te comparto.
El panda (que justo ahora he olvidado su nombre, pero creo que era Po) sueña con ser algo, pero ese “algo” no es lo que se espera de él, lo que se supone que debe ser porque así son las cosas: hacer feliz a su padre, seguir la costumbre, respetar la tradición, etc.
Anhela algo, pero asume que eso que anhela no es para él, porque incluso su mismo físico – la manera en que lo hizo la naturaleza – no parece estar diseñado para alcanzar la meta que tanto desea.
Su mundo comparte esa opinión, el destino que le han marcado es servir sopa de fideos, prepararla, atender a los clientes y esperar a que se le entregue el ingrediente secreto de la sopa de ingrediente secreto, lo que se supone le dará lo que le falta para ser feliz.
Y ahí está Po, sirve que te sirve, mezcla que te mezcla, atendiendo mesas y escapando de su mundo al mundo donde intuye que está su felicidad… aunque escape sólo en sueños.
La casualidad (¿sí?) lo pone en el centro del templo del Kung Fu, donde verá confrontado su sueño con la incredulidad de todos, menos de uno. Po lucha, se desanima. Acaba por tirar la toalla, convencido que lo que los demás le han dicho siempre es verdad, que un tipo como él nunca podrá ser un maestro Kung Fu. Resignado, toma el carrito de la sopa de fideos y sale con su padre a cumplir lo que se espera de él. (no te cuento más, por si no la has visto aún. No quiero amanecer ahorcado por contar el final de las películas)
¿Qué tanto de Po tienes dentro de ti? (mmm, creo que la voz de Dios son más preguntas que respuestas. Lo siento por quienes esperan de Dios una respuesta, que parece que El no sabe más que dar buenas preguntas)
A lo mejor lo que se espera de ti no te está haciendo feliz, pero te has habituado a cumplirlo.
Quizá tengas un sueño, un anhelo, pero te has convencido que lo tuyo es servir sopa de fideos.
Puede que halla algo dentro de ti, muy dentro, que te grita que tu camino es otro, que eres libre de tomarlo porque se trata de tu vida, y sólo tienes una, pero miras tu físico y te convences que lo que sueñas no es lo que corresponde a “tu naturaleza”.
Tal vez has tirado la toalla, convencido de que “un panda gordo” no logrará nunca ser un maestro Kung Fu, tal como te han repetido toda la vida.
Puedes ser cura o monja, gay o hetero, bi o travesti, casado o divorciado, soltero o con pareja de tu mismo sexo… ¿Qué tan Po te has creído que eres, qué tan Po-mente vives para cumplir expectativas, para no vivir tu vida, para darle gusto a alguien más?
J. Álvaro Olvera I.
Ciertamente no es nada nuevo, los intentos por encontrar el origen de la homosexualidad datan de mucho tiempo atrás (de hecho, desde hace siglos, si tomamos el mito del andrógino como una explicación) Lo que me puso a pensar son las posibles repercusiones de estos estudios. Si llegaran a comprobar que efectivamente hay un gen que causa la homosexualidad masculina, estaríamos ante la primera evidencia del origen no elegido de la tendencia homosexual, evidencia que nos pondría en una nueva arena en la lucha por el respeto de la dignidad y los derechos de las personas homosexuales, sobre todo ante ciertos ámbitos de la sociedad.
Para muchos homosexuales, sería la confirmación de lo natural de la tendencia, de su carácter no opcional y del sello irreversible de la condición provocada por los genes, heredada junto con otras características de la persona. No escucharíamos más aquello de “no es natural”, “se volvió así”, “eso se pega” o el tristemente famoso “se puede curar”. La misma Iglesia tendría que replantear su postura, pues si la persona es homosexual por herencia genética, todo el discurso sobre el uso de la sexualidad homo se vería afectado.
Sin embargo, podría suceder que la opinión social fuera dirigida por la lástima, como lo que sienten las personas comunes ante una persona con parálisis cerebral o hidrocefalia. El homosexual sería considerado un discapacitado sexo emocional, algo así como portador de una enfermedad genética, incurable pero al fin enfermedad. ¿Y qué decir de la posibilidad de eliminar el gen gay de los bebés en gestación, algo así como una cámara de gas pre natal?
Algo semejante sucede en la película de los X men (la segunda, que es mi favorita) El mutante es considerado algo anormal de nacimiento y, aunque la mutación no es su culpa, sino de los genes, se le teme, se le aísla hasta que – en la tercera parte – la sociedad piensa haber hecho un gran logro al crear “la cura”, lo que demuestra que todos los discursos de aceptación eran falsos: los mutantes siguen siendo alguien al que se le debe curar para que se reintegre a la sociedad.
¿En qué van a terminar estos descubrimientos? ¿Ayudarán a los homosexuales de carne y hueso? ¿Serán usados como arma?
Bueno, lo que a mi me queda claro es que la aceptación de una persona con todo su ser, incluida su orientación sexual, no debe depender de si ésta es una herencia genética o no, sino simple y llanamente, de que estamos ante seres humanos y, como creyentes, ante los hijos y las hijas de Dios.
Y ojalá que los científicos sigan investigando para que el conocimiento avance; y ojalá avance mucho más la conciencia de nuestra dignidad y la de los demás seres.
J. Álvaro Olvera I.
Algunas personas que están pasando por un mal momento me buscan y me piden que las escuche. Oigo sus historias – muchas llenas de dolor – y trato de acogerlas en la medida de mis posibilidades. Percibo que varios de ellos acuden a mi pensando que hay en mis manos una especie de poder mágico, con el que puedo resolver sus problemas, dar luz a sus conflictos o brindarles una paz que llevan tiempo buscando si conseguir.
J. Álvaro Olvera I.
Primero, la catolicidad es más amplia que lo romano. Hay otras iglesias que son católicas por derecho y no son romanas. La catolicidad consiste en que la fe que uno profesa como Iglesia tenga su origen en los Apóstoles, en el Nuevo Testamento y en el símbolo de la fe que quedó plasmado para nosotros en los Concilios de Nicea y Constantinopla, allá en los primeros siglos del cristianismo.
Luego vendrán los pleitos y las divisiones que fracturaron a la gran Iglesia Católica en varias iglesias.
Ahora, veamos la cualidad Romana. El ser católico en
Hay cosas serias que no ameritan la excomunión, como sabemos y podemos constatar. Por ejemplo, hemos tenido obispos que se han enriquecido prestando dinero con intereses, y no han sido excomulgados; hay obispos que protegen a los sacerdotes que han abusado sexualmente de menores, y no han sido excomulgados; los mismos sacerdotes pederastas, no han sido excomulgados... bueno, hasta he leído que el mismo Hitler nunca fue excomulgado.
En el caso de nuestra Comunidad, aceptamos la fe católica sin lugar a dudas.
Somos romanos, pues fuimos bautizados en esta Iglesia y en ella queremos permanecer.
Aunque no aceptamos la doctrina oficial de
En otras palabras, las afirmaciones oficiales sobre estos temas pueden estar equivocadas, aunque sean la doctrina oficial, porque no son dogma y no gozan del privilegio de la infalibilidad que los romanos reconocemos al magisterio jerárquico. Muchos sacerdotes, teólogos y teólogas, especialistas en Biblia, religiosas y fieles romanos en todo el mundo piensan como nosotros y apoyan la idea de que en estos temas la jerarquía de
Mientras no sea dogma, tenemos el derecho a disentir.
Ahora, que entre nosotros hay un par de sacerdotes que fueron ordenados sin guardar todas las reglas romanas, pues sí, si están aquí y nos acompañan en la fe desde su experiencia de Dios. ¿Habría que rechazarlos? Nosotros creemos que no, que al ser una Comunidad, todas las personas católicas son bienvenidas y puedes poner sus talentos al servicio de todos y todas.
En nuestra Comunidad tenemos la bendición de contar con sacerdotes católicos no romanos, católicos romanos disidentes, católicos romanos casados, católicos romanos gays, católicos romanos anglicanos... y eso es lo que nos da la riqueza de comprobar que, más allá de los pleitos de
Pedirnos que echemos a estos hermanos como condición para que nos sigan considerando católicos romanos ¡se nos hace tan incoherente con el evangelio!
Al fin de cuentas, nadie puede hacer el bien a otros y provocar su liberación en el nombre de Jesús y por amor a él para luego hablar mal de Jesús. Lo dijo él mismo: el que no está contra ustedes, está con ustedes.
Desde esta óptica, nuestra Comunidad recibe y seguirá recibiendo a quienes quieran caminar en el seguimiento de Jesús y hagan de ese seguimiento obras concretas de servicio a los demás... sin importar nada, aunque nos acusen de que ya no estamos en
José Álvaro Olvera I.
Independientemente de nuestras edades (de
En medio del silencio y de la compañía de Magdalena, los participantes vivieron el encuentro con alegría, con el dolor que causa mirar nuestras heridas, con la fe en el amor sanador de Dios y con lo chusco de todo encuentro humano.
Oramos, trabajamos haciendo cirios y la comida, reflexionamos, nos abrimos a la acción del Espíritu divino, nos abrazamos, lloramos... salimos más hermanos, más Comunidad, una secreta complicidad nos ha unido y nos ha dado fuerza para provocar en otras personas el deseo y el atrevimiento de ir a pasar unos días a
Al final, los testimonios de la gente me confirmaron en el trabajo. Soy testigo de los milagros del silencio.
José Álvaro Olvera I.
¿Así o más atrevido el título?, dirían mis alumnos adolescentes si leyeran este encabezado, y lo mismo dirían varios curas, algunas monjas y más de tres señoras de la parroquia... lo sé.
Si hablar de espiritualidad y sexualidad es ya un tabú aun en nuestros tiempos, la sola idea de unir a Dios y el amor homosexual en una misma oración debe sonar a blasfemia. Quizá lo sea, pues las experiencias humanas (la de Dios y la del amor homosexual) son eso, experiencias humanas falibles, frágiles, con una fragilidad donde radica todo su poder.
Pensando en que esta reflexión pueda ser de utilidad para alguien, sea pues el escándalo y la blasfemia, que Dios sabrá comprender ambas.
El ser humano, sacramento de Dios
Dios se hace presente en todas las cosas y todas las cosas son manifestaciones concretas, visibles y asequibles a los sentidos, de Dios. Toda criatura es un sacramento no solo de la existencia y presencia de Dios, sino de su amor, pues la naturaleza más íntima de Dios es Amor.
Esto, que afirmamos de todas las cosas, toma un sentido más hondo cuando hablamos del ser humano, imagen y semejanza de Dios. En el ser humano – varón y mujer – Dios Amor se presenta con claridad y con una realidad que nos asusta por su radicalidad: En cada ser humano vive Dios, se presenta Dios, se ofrece Dios.
La intuición de Jesús de identificar su suerte con la de los desheredados de su mundo nos ayuda a comprender la realidad sacramental de cada ser humano, especialmente de los marginados, en quienes Jesús se hace presente como un Dios ignorado, desatendido, rechazado y hambriento.
Desde la fe cristiana, pues, Dios se nos acerca, vive con nosotros a través de cada rostro humano, de cada historia, de cada persona con la que compartimos la existencia. Se ha cumplido así la promesa del Emmanuel, el Dios que camina entre nosotros.
Amor divino, amor humano
Dios es amor, sólo es amor y no es nada fuera de amor. Todo lo que afirmamos de Dios está supeditado a su esencia, que es amor: su justicia, su poder, su providencia, su sabiduría, su voluntad... todo nace y se alimenta de la esencia de Dios que es amor.
Ahora bien, este amor que es Dios, ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu. La realidad humana da un paso más, ya no solo somos sacramento que hace presente a Dios, sino que somos habitados por el mismo Espíritu de Dios, que nos hace capaces de amar.
En la teología cristiana, Dios es Trinidad, por eso decir que estamos habitados por el Espíritu, es decir que Dios mismo vive en nosotros no ya como una representación (imagen) ni como un símbolo (sacramento) sino como una realidad tan real como Dios mismo.
Somos capaces de amar porque el amor de Dios corre por nuestras venas. Amamos con el amor de Dios. Si Dios es Amor, toda manifestación de amor auténtico es actualización, concreción, puesta en práctica del amor divino.
No hay, pues, dos amores, sino un solo amor – el de Dios – con el cual amamos los seres humanos . Porque Dios es amor auténtico, todo amor auténtico es Dios.
A pesar de los calificativos morales que la autoridad en la iglesia ha hecho de las personas homosexuales en sus documentos, (inmorales, inmaduros, desordenados) nadie osa afirmar que los homosexuales no son amados por Dios ni que son incapaces de amar. Ahora bien, si la persona homosexual es capaz de amar es porque Dios habita en ella y ella ama con el amor que es Dios.
Por eso el título de la reflexión. En todo amor homosexual hay experiencia de Dios: a) en el encuentro, b) en ser el amante, c) en ser el amado y d) en la entrega sexual.
a) En el encuentro
¿Cuántas personas tienen una relación amorosa? ¿Cuántas conservan esa relación a través del tiempo? ¿Cuántas viven anhelando un amor que no llega? ¿Cuántas mueren en la soledad, sin al apoyo de un amor?
Si pudiéramos acceder a resultados numéricos de las preguntas anteriores, quizá nos quedaríamos pasmados pues, la parecer, la experiencia de amor no es tan común ni cotidiana como nos hemos acostumbrado a pensar, quizá influenciados por las novelas rosa.
Tener un amor, conservar ese amor y crecer con ese amor pueden ser más bien experiencias de bendición que quizá nos lleven a preguntar como en la película de Almodóvar: “¿Qué hecho yo para merecer esto?”
Pensando un poco la situación, resulta que de las millones de posibilidades de no haber conocido a ese otro, sucedió la única posibilidad de sí conocerlo. De las millones de posibilidades de que no hubiera interés en una relación, se dio la única posibilidad de que sí.
De los millones de homosexuales de la ciudad (si se supone que hay uno por cada veinte habitantes, y hay 20 millones de habitantes en la ciudad de México... las matemáticas no han sido mi fuerte, pero me resultan un montón de gays citadinos) y de las millones de posibilidades de no encontrarse, resulta que se dio la única posibilidad de que sí se encontraron.
La experiencia de Dios en el encuentro es esta: el asombro agradecido porque sucedieron las poquísimas posibilidades que han permitido el nacimiento de un amor. Para los creyentes, que hayan acontecido esas posibilidades es un regalo de Dios, por eso muchas parejas han comentado: “Dios lo puso en mi camino”, o como decía mi abuela en palabras más populares: “matrimonio y mortaja, del cielo baja”
¿Suena a romanticismo trasnochado? A mi me suena más bien a capacidad de encontrar a Dios en todas las cosas.
b) En ser el amante
Las ciencias del alma y del desarrollo personal, así como las más variadas tradiciones espirituales dicen que la plenitud del ser humano se encuentra solo a través del amor. A través del amor – que supera el egoísmo – la persona se abre al otro, constata que no es el centro del universo, que sus proyectos y sueños no son los únicos que existen y que, si desea amar, necesita hacer lugar en su vida (en su casa, en su agenda, en sus proyectos, en su economía y en su sexo) al otro.
Según varios especialistas (sexólogos, psicólogos, terapeutas), una sexualidad madura y funcional se vive sólo en coordenadas de amor, que incluyen el cuidado, el respeto y la satisfacción mutuas.
Para una corriente filosófica, el ser humano sólo puede construirse como persona humana cuando se recibe de los demás, no cuando pretender tener el significado de sí misma en ella misma. Para esta filosofía, el ser humano va respondiendo a la pregunta por su identidad sólo a través del encuentro con otros, sólo cuando acepta que lo que aun no es (persona plena) podrá serlo solo si acepta entrar en contacto con los demás, preguntar a los demás, saberse aceptado y amado por los demás.
Igual pasa con la teología: el ser humano – por ser imagen y semejanza de un Dios que se da y se recibe mutuamente en eso que llamamos Trinidad – sólo puede encontrar plenitud y sentido a través de los demás, del otro, del prójimo. La cerrazón sobre sí mismo, la preocupación exclusiva por el yo que hace a un lado a los demás es causa de la frustración humana más radical.
De ser cierto, la oportunidad de ser el amante (el que ama) es una bendición, porque nos ayuda a sanar nuestra psique herida, nos libera del narcisismo y nos abre a recibirnos del otro, recibiendo al otro. En la oportunidad de ser el amante nos hacemos personas y vamos alcanzando nuestra plena realización.
[Y lo siento por esas corrientes psicológicas que han puesto el acento tanto en la realización del yo sin tomar en cuenta a los demás, porque el egoísmo nunca ha sido la solución a nada. Recientemente leí que varios psicólogos norteamericanos han publicado un estudio sobre los daños que ha provocado esa línea de terapia a nivel personal y a nivel social. “Primero yo y mis intereses” es lo que motiva a Bush a bombardear el mundo. El amor a uno mismo y cómo se relaciona con este apartado será reflexión para otro momento]
c) En ser el amado
Nada más plenificante que la conciencia de que somos amados. Muchas de las neurosis de nuestra sociedad – según yo – nacen de la no experiencia de ser amados, de nos ser abrazados y besados lo suficiente.
Y no se trata de una experiencia dulzona y cursi, que esa de nada nos sirve, sino que es una experiencia de amor realista. Me explico.
Casi todos fuimos amados de niños, pero en un momento de nuestra vida nos dimos cuenta que el amor de nuestros padres no era del todo amoroso, primero porque era imparcial (o al menos eso nos decían nuestros padres) ya que nos amaban a todos los hijos por igual.
Luego, descubrimos que el amor de nuestros padres y madres estaba sujeto a que pagáramos o retribuyéramos siendo buenos hijos, buenos estudiantes, a que eligiéramos la carrera correcta, a que no fuéramos homosexuales (la experiencia de muchos de que se les dejó de amar cuando sus padres supieron su orientación es un buen ejemplo de este amor no amoroso)
Elizabet Kübler-Ross, la madre de la tanatología, dijo que la mayoría de los moribundos que había atendido padecían las secuelas de un amor de prostitución, que es ser amado porque hacemos algo que agrada o evitamos hacer algo que desagrada.
Más tarde, quizá con nuestras primeras experiencias amorosas, descubrimos el amor “universal”, trataré de explicarme mejor con un ejemplo.
Una noche estaba cenando en casa de un amigo y su pareja. En la sobremesa salió el tema de la relación, lo típico: ¿y cómo se conocieron? ¿Y cuánto llevan?, etc. Ya al calor del vino, alguien preguntó si ellos eran fieles. Al instante, movido por un resorte interno, mi amigo dijo: “Claro que sí, yo siempre soy fiel en mis relaciones”
A eso llamo un amor “universal”, abstracto, que sirve para maldita la cosa, porque ¿quién quiere una fidelidad que nace de que él “siempre es así”? ¿No preferimos una fidelidad que nace de “soy fiel porque te amo a ti”?
Luego de estas experiencias (que a lo mejor no has tenido) lo que necesitamos, lo que anhelamos, lo que en verdad nos haría sanar y crecer es la experiencia de un amor realista:
Una experiencia de amor así es una bendición, y en ella podemos experimentar la presencia de Dios en nuestra vida.
d) En la entrega sexual
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José Álvaro Olvera I.
Pd. Que puedas tener una experiencia así, es mi deseo para este año que comienza