martes, octubre 28, 2008

Su Nombre


Si leíste la reflexión que mandé sobre mi verdadero nombre sabrás por dónde va esta que trata del Nombre de Dios (así, con mayúsculas)

Que Dios tiene un Nombre es conocido de la fe bíblica. Con Nombre, me refiero a lo más íntimo de la persona de Dios (en la medida en que podemos conocerla). Para la fe de Israel, el Nombre de Dios, aunque se reconoce que existe, es impronunciable por lo que recurren a circunloquios: el Santo, El Señor, El Rostro, Hashem (que justo significa EL Nombre, es decir, el que existe por antonomasia)

El Nombre de Dios define lo que Dios es para quienes lo invocan de esa manera. Para los seguidores del Islam, Dios tiene 99 nombres, el primero de los cuales es Alláh (que significa algo así como LA nada, es decir, aquel que no es nada de lo que podemos pensar o nombrar y ante quien las cosas no tienen subsistencia propia) Los Sufis lo llaman El Amado.

Jesús lo llamaba Abbá, que se puede traducir como papito, pues para él, Dios no se define principalmente por ningún atributo como la santidad, la omnipotencia, la pureza, la eternidad o la grandeza de su poder, sino que se define por su paternidad: Dios es invocado por Jesús como la fuente de la vida, la cercanía, el cuidado, la solicitud amorosa, la infinita misericordia, el amor incondicional.

Para nosotros, los cristianos, el Nombre que Jesús le da a Dios es EL Nombre, pues para nosotros la relación de Jesús y Dios es tan profunda y transparente que da como fruto un conocimiento exacto de la naturaleza de Dios. O sea que si Jesús dice que Dios es Abbá, es porque Dios es Abbá y actúa como tal hacia nosotros.

Por eso, cuando pensamos qué significa que Dios se llame Abbá y nos lo tomamos en serio, la cosa cambia. No es lo mismo creer en un poder superior, en una energía cósmica, en una divinidad abstracta, en un dios castigador que en un Dios que es Amor incondicional, real y concreto, que se da a cada uno de nosotros de manera personal y única, como único es cada uno de nosotros.

Dios nos llama por nuestro verdadero nombre, y su verdadero Nombre refiere su ser y su hacer: Amor. Y Dios es coherente con su Nombre, por eso en él no se encuentra ni sombra de odio, violencia, oscuridad o muerte.

Dios, coherente con su Nombre, no sabe más que amarnos, perdonarnos, acompañarnos, cuidar de nosotros, guiarnos, ayudar nuestros esfuerzos por ser libres, felices, plenos, humanos.

Por todo esto, me encanta la oración de Jesús en la que decimos todos juntos como hermanos y hermanas: Santificado (bendito) sea tu Nombre.




J. Álvaro Olvera I.

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