martes, julio 15, 2008

Dios habla hoy


No, no me refiero a la famosa Biblia llamada así, hablo acerca de las experiencias de la vida en las que descubrimos, de una manera u otra, la voz de Dios susurrando a nuestro oído.

En el pueblo de Israel, que Dios hablaba de forma cotidiana era un hecho evidente: les hablaba a través de la historia y sus acontecimientos, les hablaba a través de sus profetas, de los rabinos y de quienes se encargaban de interpretar la Ley y aplicarla al aquí y al ahora del pueblo. Los cristianos heredamos esa conciencia, pero desafortunadamente los avatares de la historia hicieron que se perdiera o, cuando menos, que se relegara en pro de una visión más concreta de la voz de Dios.

Así, para los católicos, la voz de Dios llega a su iglesia a través de canales bien definidos. En la iglesia romana son la Biblia, la Tradición y el Magisterio. Ha habido siempre una corriente que ha querido mantener viva la fe en que Dios habla siempre y que se le puede escuchar siempre, pero no ha sido la visión imperante.

Ahora, luego de la apertura del Vaticano II, nos vamos acostumbrando de nueva cuenta a creer que Dios nos habla, que somos capaces de captar su voz y de comprender su mensaje, que siempre nos llega “al modo humano”, de otra manera, no podríamos comprenderlo.

Y si Dios nos habla al modo humano y desde la humildad de nuestra forma de comprenderlo, resulta que todo lo que es humano se convierte en un canal para la experiencia de Dios. Y ¿qué es lo humano? Pues el arte con todas sus manifestaciones, los acontecimientos sociales, la política, el ámbito de los religioso, el cuidado de nuestro cuerpo, el desarrollo personal, la búsqueda de una vida digna, etc., etc.

Por ejemplo, ¿qué nos podría estar diciendo Dios en la liberación de los rehenes de las FARC? ¿Qué, a través de los problemas del calentamiento global? ¿Y en el terrorismo?

¿Cuál será el mensaje de Dios en el “bum” que han tenido los gimnasios y centros dedicados al cuidado del físico? ¿Y en los cánones de la moda, esos según los cuales los cuerpazos delgados de las mujeres y musculosos de los varones son los únicos cuerpos “decentes”?

¿Y qué nos dice Dios de una tarde de cine, con palomitas incluidas? ¿O de unas chelas con los amigos un sábado por la noche, mientras se habla de todo y se arregla al mundo (porque, dicho sea de paso, todos tenemos las más brillantes ideas para cambiar al mundo cuando nos reunimos con los cuates)?

¿Y a través del crecimiento de un niño, de una planta, de un cachorro de schnauzer? ¿Y en el surgimiento de una rosa? ¿Qué, a través del canto de un pájaro? ¿Y si nadamos en el mar, mientras escuchamos el murmullo de las olas al romper?

¿Qué tendrá Dios que decirnos en la tibieza de esa mano que nos ha acariciado durante la función de cine, amparada por la oscuridad de la sala, despertando en nosotros un calor en el pecho que creímos olvidado? ¿Y en el beso con sabor a dona, robado en el parque a las nueve y media de la noche? ¿Y en lo que siguió a ese beso cuando llegaron juntos a casa? ¡Wow!

Dios habló en el pasado, a nuestros padres y madres. Dios habla a través de su Palabra escrita, a través de su iglesia, a través de su Espíritu, esto es cierto y así lo creemos y lo confesamos por fe.

Pero Dios habla hoy, nos habla a nosotros, te habla a ti y me habla a mi, habla en todas las cosas y en todos los acontecimientos, el problema es que no lo creemos pensando que la voz de Dios es algo que pertenece sólo a un “club de elegidos”. No es así.

Si no lo crees, intenta responder alguna de las preguntas anteriores desde lo que a ti te ha pasado, y mira si te llega algún mensaje y qué te dice. Si es algo bueno, para tu crecimiento, para tu desarrollo; si te lleva a ser más humano, más hermano, más compasivo… entonces has hallado la Voz de Dios.

Haz la prueba y verás.


J. Álvaro Olvera I.

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