jueves, marzo 26, 2009

De Él nacimos, a Él volvemos


Dice la Escritura que Dios me ama con amor eterno. Eternamente he sido pensado por Dios, he sido imaginado por Dios y Dios me ha dado la vida.

Una vez leí que cuando Dios había terminado de formar al Adamah del barro (a imagen suya lo creó, macho y hembra lo creó) el soplo de vida fue el susurro de su nombre. Me encanta pensar que Dios susurró mi nombre para darme la existencia, porque eso significa que me conoce, que me llamó a mí, Álvaro y que no soy un producto en serie en la cadena automática de la vida.

Yo nací de Él, hubo un momento en el que nos vimos a los ojos (porque mi existencia comenzó cuando Él empezó a amarme, no cuando nací) Supongo que de ahí la tendencia de mi corazón de quedarse pasmado ante un atardecer en la playa, en el vaivén de las olas cuando nadaba desnudo en Tecolutla o en el abrazo y el beso de la otra noche.

Mi vida es un camino de retorno a Él. Saber que a Él regreso en cada minuto que pasa y que nos veremos de nuevo y que sus brazos se abrirán para mí de nuevo, y que pronunciará mi nombre con todo su amor… ¡Ay!

Eso me recuerda el diálogo de una mística sufí con Dios, cuando ella le dijo a Dios que lo amaba y lo extrañaba, el buen Dios respondió que Él la amaba y la extrañaba mucho más. Teresa lo dirá bellamente:


Si el amor que tú me tienes
Es como el que yo te tengo
Dime ¿en qué yo me detengo?
O tú… ¿en qué te detienes?



Mi nombre está en los labios de un Dios enamorado. Amén.


J. Álvaro Olvera I.

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