Tuve un diálogo de los más interesante esta mañana. Hablando de otros asuntos, en medio del café, un joven universitario me decía que en la facultad se hizo una exposición sobre la Compañía de Jesús; el alumno encargado hizo una presentación sobre la espiritualidad jesuita “muy buena”, me dijo mi interlocutor, “pero al final preguntaba: ¿tú que has hecho, que haces y que harás por Jesús?, y esto desató mucha incomodidad en los compañeros”
Sí, ya lo dijo Bonhoeffer hace unas décadas: Dios, Jesús, la fe, la oración… son palabras tan cargadas de significados, aceptémoslo, oscuros o cuando menos grises, que no pueden menos que despertar resquemor en la gente que las escucha. Justo o injusto, no sé, pero es real.
Entonces la propuesta de Bonhoeffer de un cristianismo anónimo, callado, casi secreto, cobra vigencia. ¿Fue Rahner quien dijo que el cristiano de este siglo o sería místico o no sería? Pues el mismo agregó que ese cristiano místico sería igualmente alguien a quien la palabra “Dios” no le saliera tan fácil. Etty Hillesum pensaba que hablar de Dios en el campo de concentración y en los tiempos que corrían era casi una blasfemia (no contra Dios, sino contra el ser humano)
Se trata, si he comprendido bien a estos dos compañeros de camino, de vivir intensa y radicalmente COMO Jesús, pero sin decirlo, sin siquiera mencionar una sola palabra que pertenezca al universo religioso. Si vivimos COMO Jesús existe la posibilidad, pequeña pero real, de que algún día, alguien, nos haga la pregunta de por qué vivimos como vivimos. Ese sería el momento de hace explícita la fe en el Dios en quien existimos, nos movemos y somos.
Ad intra, en los espacios y con las personas creyentes, la confesión de fe puede ser explícita, aunque, desde mi experiencia, siempre cuidadosa pues cada persona y cada grupo religioso entiende cosas distintas cuando uno usa palabras religiosas. Me pasó una vez, yo hablaba con un grupo de religiosas sobre seguir a Jesús, ellas comprendían obediencia a la iglesia, yo me refería a la búsqueda de los últimos de la sociedad; o cuando hablaba de oración y los estudiantes de filosofía entendieron fidelidad a la Liturgia de las Horas, cosa que a mí, por supuesto, ni se me había ocurrido.
Tener un cierto pudor para hablar de Dios, sabiendo que muchas veces la misma palabra puede ser interpretada de un modo opuesto a lo que uno quiere decir. Que la intimidad que uno vive con Dios sea eso, intimidad, conocida por pocos, vislumbrada por muchos NO en palabras, frases, libros, cruces al pecho o rosarios en la mano, mitras, estolas o hábitos, sino en la identificación con Jesús.
En un mundo adulto no cabe ya hablar de Jesús, sino SER, VOLVERNOS Jesús (que es otro modo de decir volvernos auténticamente nosotros mismos). Para que viéndome “jesuificado” la gente pueda ver la luz que alumbra la casa, porque se puso sobre el candelero y no bajo la cama.
J. Álvaro Olvera I.
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