lunes, abril 05, 2010

Viernes de fracaso

Jesús se equivocó varias veces.

En Galilea pensó que el Reino sería una especie de revolución inmediata en la que Dios metería las manos para cambiar las cosas… y acabó en lo que los teólogos llaman “la crisis Galilea”, en la que Jesús comprobó que el asunto del Reino no sería como se lo había imaginado ni como lo había predicado a los campesinos y los pobres.

Cuando pensó que su pueblo aceptaría su mensaje porque venía de parte de Dios, tuvo que asumir que no era así: la gente del pueblo lo buscaba para ver signos milagrosos y los líderes políticos y religiosos lo buscaban para matarlo. Al principio no quiso saber nada de los extranjeros porque se sentía “enviado a las tribus perdidas de Israel”, cuando estas tribus lo rechazaron o no lo comprendieron, se alejó a la frontera para escapar y encontró la fe de los paganos que “comen de lo que cae de la mesa de los hijos”, es decir, de lo que los hijos no quieren.

La última semana de su vida, subió a Jerusalén pensando que su Dios lo libraría si se metía a la boca del lobo. Lo buscaban para matarlo, él lo sabía y aún así se metió al Templo y armó un sanquintín con los mercaderes, que eran el negocio redondo del Sumo Sacerdote, su acérrimo enemigo. Pensó que Dios lo libraría, y tuvo que enfrentar la verdad, Dios guardaba silencio y dejó que Jesús cargara con las consecuencias de sus actos.

El viernes la misión de Jesús acabó en el fracaso. Las expectativas de Jesús fueron aniquiladas, su esperanza acabó en la cruz y todo el trabajo de sus años de ministerio se fue a la basura, pues incluso sus seguidores más cercanos “no comprendían” y lo abandonaron.

Por favor, no suavicemos la escena con aquello de “ah, pero él sabía lo que iba a pasar” que esas son teologías del pasado. Jesús era plenamente humano y como tal tuvo que enfrentarse a lo que podía ver, a la realidad que se le imponía, sin bolas de cristal, sin magias, sin fetiches protectores ni creencias “opio del pueblo”. Por eso clama el abandono de su Padre.

El viernes santo es el día del fracaso, del poder que se impone, de la violencia que mata, de los cambios que no llegan.

Recordémoslo cuando nos toque a nosotros. Dios no evitó el fracaso de Jesús ¿por qué habría de hacerlo con nosotros? Ni las mejores novenas harán que Dios haga algo así.

Miremos a Jesús, que en medio del fracaso más existencial, confió.

Confiemos... eso es lo que se llama fe.


J. Álvaro Olvera I.

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