viernes, mayo 07, 2010

Las muestras del amor

En el evangelio del domingo pasado escuchamos a Jesús diciendo que sólo hay una forma en la que la gente sabrá que somos discípulos de tal Maestro, y esto es por las manifestaciones de nuestro amor.

Y claro, no se refiere al amor romántico, de ese que se pasa el día diciendo “aleluya”, “gloria a Dios”. Tampoco es el amor frío e intelectual de quienes desprecian las prácticas devocionales en nombre de algo más “racional” pero que en buscar prácticas “teológicamente puras” acaban por no hacer nada.

El amor del que habla Jesús es, en mi experiencia, el de las obras concretas: Saludar a la señora que vende los boletos en el metro, ceder el paso a otro auto aun en medio del tráfico y la prisa, tratar al cliente no como un objeto potencial de ganancia, sino como alguien que me permite ganarme la vida. El amor que no teme tomar una cerveza con aquel que no hace sino quejarse y quejarse por las mismas cosas desde hace tres años; ir al café con el amigo que se siente depre; rezar el rosario con la abuela que no tiene ya con quien rezar; poner el garrafón del agua en el dispensador para ahorrarle a la chava de la limpieza el tener que hacerlo; poner a remojar el sartén que el otro dejó olvidado; ir la hospital de los niños con cáncer para alegrarles un poco disfrazado de payaso o de súper héroe…

El amor del que nos habla Jesús no es complicado, es tan simple como respirar. Se trata de vivir con la conciencia de que todas las personas son sagradas, que los actos más ordinarios tienen todo el poder de un Dios sencillo y que cada vez que alguien se acerca, de un modo incomprensible, es Dios mismo quien se acerca y nos ofrece la posibilidad de hacer algo para demostrar nuestro amor a la humanidad, a nosotros mismos, a todos los seres sensibles y a Él con todos y en todos.

Este mañana, por ejemplo, observé a un hombre joven hablar a un pequeñín (supongo que sería su hijo) No era lo que le decía, sino el tono de su voz, la forma de mirarlo, la ternura que adiviné en él lo que me hizo darme cuenta de que el amor es simple, sencillo, tan “banal” como decirle a un niño cómo desenvolver su sándwich.

Sólo a través de este amor en práctica (porque ya estamos hasta el queque de teorías y dogmas sobre el amor y la manera “moral” de amar) la gente podrá captar que vivimos la vida con una profundidad distinta, que vemos a los demás con ojos que captan “más allá de lo evidente” como decía la caricatura aquella de los Thundercats.

Sí, eso me gusta: ver más allá de lo evidente y descubrir las huellas de lo sagrado, de lo amoroso, de lo compasivo, de Dios, y actuar en congruencia.

Sospecho que si vivimos así tarde o temprano alguien preguntará por nuestro “principio y fundamento” para vivir así y quizá, sólo quizá, podrá preguntarse por el Maestro que nos ha enseñado a vivir de ese modo.

Que aprendamos a amar así.



J. Álvaro Olvera I.

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