La Fuerza es un campo de energía Viviente generado por todas las cosas, especialmente por los seres vivos. Permite la existencia de la vida, la mantiene unida, la nutre. Es posible entrar en comunión con la Fuerza y usarla (la Fuerza latente), al mismo tiempo que la Fuerza es independiente y controla el destino del universo (la Fuerza viviente).
La muerte es un regreso a la Fuerza, es hacerse uno con Ella. La Fuerza es una forma energética Inteligente, Sabia, Compasiva, pero al mismo tiempo es Tremenda, Poderosa, Majestuosa. Ambos “lados” de la Fuerza se complementan haciendo que la Fuerza sea una totalidad, usada por algunos para desarrollar sus potencialidades luminosas, y por otros para el desarrollo de las potencialidades oscuras. Vista como un todo, la Fuerza contiene elementos considerados luminosos como oscuros, aunque estas son categorías humanas, formas de entenderla.
Después de este breviario cultural de ciencia ficción (espero que G. Lucas no me demande por el fusile y las libertades literarias que me tomo) te comparto mi metáfora.
Dios es la Fuerza. Como tal es una energía Viviente – con lo que retomo elementos de la metáfora de La Vida.
Hay una dimensión inmanente (la Fuerza latente) y una trascendente (la Fuerza viviente). Desde la primera, la Fuerza (Dios) está presente en todos los seres, aunque de forma especial en los seres vivos, me atrevo a decir que está presente en una “concentración” más alta. Siempre desde la inmanencia, la Fuerza puede ser canalizada y “usada” para algunas cosas: sanación, bendición, energía física, fortalecimiento de las capacidades humanas, comunicación con otros seres, etc. También puede ser canalizada para modificar situaciones, para modificar el entorno, para crear cosas.
Desde la dimensión trascendente, la Fuerza es soberana, conduce todo lo que es según su deseo (pero siempre hacia un mayor desarrollo) Desde esta dimensión, la Fuerza es imparcial: importa la Vida y que la Vida halle la manera de continuar, los seres individuales formamos parte del flujo e la Vida. La Fuerza es un Misterio y es inabarcable, por eso no comprendemos bien cómo se dan el lado luminoso junto al lado oscuro, la vida junto a la muerte, la creación junto a la destrucción.
La Fuerza no es una persona ni un ser personal ni tiene características antropomórficas. Pero lo que captamos de Ella nos revela una Energía libre, con una intencionalidad que nos permite relacionarnos con Ella.
La muerte es un regreso a la Fuerza, es hacerse uno con Ella. La Fuerza es una forma energética Inteligente, Sabia, Compasiva, pero al mismo tiempo es Tremenda, Poderosa, Majestuosa. Ambos “lados” de la Fuerza se complementan haciendo que la Fuerza sea una totalidad, usada por algunos para desarrollar sus potencialidades luminosas, y por otros para el desarrollo de las potencialidades oscuras. Vista como un todo, la Fuerza contiene elementos considerados luminosos como oscuros, aunque estas son categorías humanas, formas de entenderla.
Después de este breviario cultural de ciencia ficción (espero que G. Lucas no me demande por el fusile y las libertades literarias que me tomo) te comparto mi metáfora.
Dios es la Fuerza. Como tal es una energía Viviente – con lo que retomo elementos de la metáfora de La Vida.
Hay una dimensión inmanente (la Fuerza latente) y una trascendente (la Fuerza viviente). Desde la primera, la Fuerza (Dios) está presente en todos los seres, aunque de forma especial en los seres vivos, me atrevo a decir que está presente en una “concentración” más alta. Siempre desde la inmanencia, la Fuerza puede ser canalizada y “usada” para algunas cosas: sanación, bendición, energía física, fortalecimiento de las capacidades humanas, comunicación con otros seres, etc. También puede ser canalizada para modificar situaciones, para modificar el entorno, para crear cosas.
Desde la dimensión trascendente, la Fuerza es soberana, conduce todo lo que es según su deseo (pero siempre hacia un mayor desarrollo) Desde esta dimensión, la Fuerza es imparcial: importa la Vida y que la Vida halle la manera de continuar, los seres individuales formamos parte del flujo e la Vida. La Fuerza es un Misterio y es inabarcable, por eso no comprendemos bien cómo se dan el lado luminoso junto al lado oscuro, la vida junto a la muerte, la creación junto a la destrucción.
La Fuerza no es una persona ni un ser personal ni tiene características antropomórficas. Pero lo que captamos de Ella nos revela una Energía libre, con una intencionalidad que nos permite relacionarnos con Ella.
Presente en toda la vida, la Fuerza es captada con mayor nitidez por algunos que aprenden el modo de entrar en comunión con Ella, aprenden a captar “los caminos de la Fuerza” y a fluir en coherencia con Ella. Estos seres (los Jedi de Dios) pueden canalizar la Fuerza, la perciben como una realidad Viva, captan su devenir, pueden incluso “anticipar” sus acciones. Estos seres viven la Fuerza como una realidad omnipresente: pueden ver en todo una manifestación poderosa de su presencia y de su actuar, por eso los acontecimientos cotidianos no son banales: en el dolor y el gozo, en lo que nace y en lo que muere, en lo que sucede y en lo que es, está la voluntad de la Fuerza.
La Fuerza es una energía sabia, poderosa, pero discreta. Por eso, la comunión con ella se da en el silencio. Como la Fuerza fluye en y a través de los seres vivientes, el mejor lugar para la comunión es el corazón, el interior, lo más profundo de uno mismo. Porque hay coincidencia entre lo más hondo de uno mismo y la Fuerza, entre más coherente sea uno con esa hondura personal, más vive en comunión con el devenir universal, más es Uno con la Fuerza.
Así, cuando yo digo “la Fuerza” entiendo todo lo anterior.
Cuando digo “la Fuerza” estoy hablando de Dios… y cuando digo “Dios”, estoy hablando de la Fuerza.
J. Álvaro Olvera I.
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