miércoles, mayo 13, 2009

El Misterio y sus métáforas (parte I)


Hablar de Dios… ¡Vaya si es un atrevimiento! ¿Cómo decir algo acerca de Lo que está más allá de todo concepto? Dicen los sufís que se trata de Lo que está más allá aún de nuestro concepto de lo que está más allá. San Agustín lo supo, por eso nos previno cuando dijo que del Misterio no podemos decir nada, si decimos algo es más por no quedarnos callados que por poder atinar a decir algo. Tomás de Aquino dirá: de Dios podemos saber que es, pero no podemos saber qué es.


Conceptos como Dios, Persona, Ser, Altísimo, Señor, Padre, Madre, Amigo, siempre son palabras que ocultan más de lo poco que dicen acerca del Misterio (aun la palabra Misterio, puesta en mayúsculas esconde más de lo que dice)


Por eso los místicos cantan al Inefable (que está más allá de la capacidad humana de expresar) y recurren a la metáfora y la poesía para manifestar aunque sea algo de Aquella Realidad Infinita “que sobre pasa todo entendimiento humano”.


Sabiendo que Aquella Realidad Infinita es inabarcable con nuestros conceptos nos hace humildes a la hora de querer definir a Dios (de hecho, los únicos lo suficientemente insensatos para querer definir a Dios somos los occidentales), nos abre al Misterio que siempre queda como Misterio y nos “obliga” a asumir que lo que decimos del Misterio siempre es penúltimo, es decir, no es la última palabra.

Culturalmente usamos la palabra “Dios”, que hoy en día se revela llena de sentidos encontrados, de manipulaciones y de sombras. “Dios” ha sido usado para justificar todo y de todo. Las iglesias y las religiones establecidas recurren indiscriminadamente a “Dios” para todo, dejando a los creyentes (y a los no creyentes) con una sensación de hastío, de haber sido engañados.


Hoy en día, en estos tiempos donde la espiritualidad está siendo vivida al margen de las religiones, en el “mundo adulto” que profetizó Bonhoeffer, el Misterio se está revelando de una nueva manera, permitiéndonos recurrir a nuevas metáforas para comprender un poco más nuestras posibilidades de relación.


Para muchos, el Misterio es comprendido como Dios, pero con nuevas notas. No se trata ya de un Dios castigador, a quien había que complacer con sacrificios y ofrendas, sino un Dios cercano, cotidiano, más visto como un amigo que como un juez.


Para otros, el Misterio es comprendido como El Creador, como “alguien” que nos hizo e hizo todo lo que existe.


Algunos más ven al Misterio como una especie de energía personalizada que sostiene en la existencia al cosmos y cuya acción se puede captar y “canalizar” en beneficio de la vida.


Otras experiencias del Misterio usan la metáfora de La Madre en cuyo vientre divino se está gestando todo lo que es. Una Madre que crea, sostiene, alimenta, acompaña, educa (a veces con dureza, pero siempre con ternura infinita) a sus “hijos e hijas”. Una Madre que clama dignidad para todos los gestados en su vientre y exige de quienes le adoran, actitudes de hermandad con todo lo creado.


En algunos casos, la Madre divina es también la Amante, la que seduce a sus fieles y se entrega a ellos en el éxtasis místico, uniéndolos a sí. La energía sexual es uno de los atributos de la Madre Esposa Virgen.


Algunos más se están relacionando con el Misterio como La Vida. No es una “persona” sino una especie de flujo energético con una cierta voluntad que se manifiesta en la evolución, en el curso de las cosas.


Esta imagen es usada por algunos místicos contemporáneos que tratan de explicar qué el Misterio no está alejado de nuestra experiencia cotidiana, ni de nuestra enfermedad, ni de nuestra muerte, ni de las colisiones cósmicas que destruyen mundos, pero permiten la generación de nuevas posibilidades. En este metáfora, el Misterio va perdiendo sus características antropomórficas (forma de humano) para revelarse como energía Vital, Viva y Vivificante.


Una oración que me compartieron hace poco invoca al Misterio como: Vientre fecundo de donde toda vida procede (y falta añadir que es Sepulcro frío donde toda vida termina)


A mí me encanta usar la metáfora de La Fuerza (soy de la generación Star Wars, ni modo), de ella te hablaré en la siguiente entrega.




J. Álvaro Olvera I.

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