viernes, diciembre 09, 2005

Carta abierta a Benedicto XVI

Muy amado hermano:


Con gran tristeza he leído y vuelto a leer la carta sobre los homosexuales en el seminario. Es a propósito de ella que te molesto y te robo algunos minutos de tu valioso tiempo (bien sé yo que ser el líder de la iglesia no es tarea fácil, no porque yo haya sido líder, sino porque ser signo de comunión entre tanta diversidad es tarea más grande que las fuerzas humanas)


Benedicto, el mismo día de tu elección – que a mí no me tomó por sorpresa pues sabía que la línea continuaría en nadie mejor que en ti (no vayas a pensar que tengo conocimiento previo a las decisiones del Espíritu) – recibí muchas llamadas y mensajes de católicos manifestando su desilusión. Mucha gente temía que ibas a continuar la mano dura que te había caracterizado mientras estabas al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe.


En un primer momento, quise salir de la iglesia, pero decidí, por consejo de un misionero, esperar, darte la oportunidad de mostrarnos qué clase de Papa ibas a ser. Acepté el reto de superar mi prejuicio contra ti, y esperé.


Cuando me llegó la noticia de la carta, supuse que era uno de esos rumores que corren entre los católicos de vez en vez (como aquel rumor de que Norberto Rivera podía ser elegido en tu lugar o como que quieres darnos un quinto dogma mariano proclamando a María “corredentora del género humano”) Sacando fuerzas de flaqueza, decidí esperar a ver qué pasaba.


Ahora que leo tu carta, mi querido hermano, quiero confesarte mis sentimientos, no en confesión pública, sino como una forma de decirte lo que veo desde este pequeño lugar que ocupo en la Gran Iglesia.


Mi primer sentimiento es la rebeldía. Te explico. A pesar de ser católico, hace algún tiempito puede superar la atadura que une a los fieles a la obediencia ciega hacia tu persona y a tus enseñanzas. De mis hermanos y hermanas que a lo largo de los siglos han dedicado su vida a la teología, aprendí que tus palabras siempre han de estar mediadas por la “recepción” por parte de los fieles. Aprendí también que como aprendiz de teología tengo el derecho y el deber de disentir siempre y cuando mi fe, mi teología y mi experiencia me lleven a sospechar que puedes estar equivocado. Mi primer sentimiento, entonces, es la rebeldía hacia lo que dice la famosa carta.


Luego, siento tristeza, infinita tristeza de ver cómo las peores sospechas de muchos fieles sobre la continuidad de la “mano dura” se van realizando, mejor que profecía de Isaías. Amo a mi iglesia, amo a mis líderes y me duele en lo profundo del corazón ver que la jerarquía de mi iglesia se va poniendo como en tiempos del arrianismo: de lado equivocado del partido.


Siento, también, mucha ira. Sí, no se si soy el único católico que puede decir abiertamente que esta iracunado contra su Papa. Pues sí, hermano, tengo mucha ira hacia ti y hacia la institución (que de ningún modo es la iglesia) a la que pretendes defender con esta carta. Y mi ira es por tantos y tantos homosexuales católicos, mis hermanos de pueblo y situación, que van a seguir sintiéndose culpables, que van a seguir sufriendo porque les dices que son lo que no son: inmorales, desordenados, inmaduros, peligrosos.


Y siento ira cuando pienso en los homosexuales que están en los seminarios y que se van a enfrentar al dilema de ser honestos o esconderse para realizar una vocación que tu no puedes ni negar ni rechazar, porque no te pertenece, porque la vocación es asunto de Dios.


¿O es que acaso no puede Dios llamar a quien quiera? ¿No podrá Dios llamar y hacer sus obras a través de las manos de un homosexual que se asume como tal, lo manifiesta y apoya la cultura gay? ¿Quién, amado hermano, quién crees que eres tu para decir a quien puede o no Dios llamar, de quién puede o no servirse? Tu ministerio – que es el ministerio de Pedro – te da derecho a ser vínculo de unidad, no a dar o quitar vocaciones.


Unido a lo anterior, siento ira cuando pienso en los jóvenes homosexuales que han sentido un llamado a la vida religiosa y que van a leer tu carta y van a dejar su vocación truncada como muchos de mis amigos que fueron expulsados de los seminarios por su tendencia homosexual y ahora viven partidos, incompletos, sin realizarse plenamente, porque – como bien lo sabes – si Dios da una vocación y ésta no se realiza, la persona no puede ser plenamente feliz.


En fin, querido Benedicto, que mis sentimientos son estos y tales, ahora ya los conoces. ¿Qué más puedo hacer?


Se me ocurren dos cosas, una es para ti y otra para los homosexuales católicos:


A ti te digo, en el nombre de Dios y desde el evangelio, que tu postura frente a las personas homosexuales no es de un hermano, sino de un juez. Que estás alejándote del Señor cuando firmas cualquier cosa que va a ser usada para perseguir, condenar y rechazar a otro ser humano. ¡Estás equivocado, Santo Padre!


¡Hermano, aprovecha este tiempo de Adviento para reconocer en tu corazón los caminos torcidos de la homofobia y hacer rectos senderos de aceptación, de inclusión y de respeto a los homosexuales! ¡Qué el nacimiento del Salvador te encuentre limpio de toda participación y de toda sospecha de participación en el rechazo de los homosexuales con motivos religiosos!


Y a mis hermanos homosexuales les digo, en el nombre de Dios y desde el evangelio, que se sacudan el yugo de la obediencia ciega a todo documento de la Santa Sede y que asuman su corresponsabilidad como creyentes adultos que creen y saben criticar la fe que tienen. Recuerden que esta no sería la primera vez que el Papa se equivocara en algo y firmara un documento que, luego, sería hallado lleno de errores (la condena a la libertad de culto, a la democracia, a la igualdad de la mujer y la reticencia ante los Derechos Humanos que se enarbolaron desde la Santa Sede sirvan de ejemplo de lo que digo)


¡Que el nacimiento del Señor los encuentre con una fe renovada!

¡Atrévanse vivir la aventura de saberse amados y aceptado totalmente por un Dios de Amor! ¡Conozcan al Dios de Jesús, no a la caricatura que aprendieron de niños, y déjense amar por ese Dios, déjense dar el abrazo que Dios puede llevar años esperando darles!


Sin dejar de amarte y de orar por ti.



José Álvaro Olvera I.

Comunidad Católica Vino Nuevo

1 comentario:

Jose Luis Haro photography dijo...

Se que hace 5 años de este post, mucho habra pasadod esde entonces, olvidado estara pero me alegro de haberlo hallado, hace exactos 5 años, antes de que escribieran este mensaje yo era seminarista Dios me llamo, no lo merecia pero el vio algo en mi que nadie veioa y yo estaba tan feliz y comprometido que si Dios no se avergonzaba d emi, yo tampoco asi que fui bien honesto desde un inicio sobre ser homosexual batalle años para poder entrar y estando adentro por mas transparente que fui, ´por mas comprometido, se me obligo a salir de mi hogar como ladron, se me arranco mi vocacion, y tal comoe scriben aqui mi vida se rompio, aun hasta hoy, pero no saben como me hace sentir el ver que alguien me defendia sin conocerme en algun lugar, se los agradesco.