martes, marzo 29, 2011

Encarnarse (III)

Si no presto mis manos a Dios, no hay manera de que él pueda hacer nada en este mundo. Esto lo comprendí en una experiencia espiritual: vi a la gente orando, y vi que las oraciones no llegaban al cielo, sino que venían a mí. Me vi limpiando los ríos, sanando los mares; me vi curando enfermos, consolando a los que sufrían hambre, pobreza y guerra; me vi purificando los aires y haciendo germinar flores donde antes había vertederos de desechos… y cuando estaba cansado de hacerlo, me decía: “¿y dónde estará Dios que no me ayuda?” y en respuesta, al verme reflejado en un lago que acababa de limpiar, no veía mi rostro, sino el de Jesús. Y lo hemos dicho cientos de veces, hermanos, y lo cantamos y lo rezamos: Cristo te necesita para amar… Jesús solo tiene mis manos… Dios tu prolongas en sus pequeñas manos (del ser humano) tus Manos poderosas… pero no acabamos de creerlo. Si no fuera así, sería muy fácil, mágico: podríamos ensuciar el planeta, depredarlo… podríamos asesinar a los homosexuales en campos de concentración y matar de hambre a los niños de Chiapas; podríamos asesinar mujeres en Juárez y abusar de niños en las sacristías, que al cabo Dios vendría a componer el tiradero para salvarnos de la extinción. ¿Quién dijo?

La en carnación de Dios significa que sólo yo soy Dios y que Dios sólo puede ser yo. Desde aquí se entiende que en este plano Dios sólo puede ser yo, y sólo yo puedo ser Dios. ¿No dice la Escritura que “Dios los llamó Dioses”? ¿No hemos leído que estamos injertados en Cristo y, por ello, somos su cuerpo? ¿No sabemos que el Espíritu se ha derramado en nuestros corazones? ¿No hemos oído que podremos hacer cosas mayores a las que hizo Jesús? Sí, en este plano Dios sólo puede SER yo y sólo yo puedo ser Dios; por eso soy sagrado, digno de amor y de veneración. Soy el sagrario, el templo vivo, la encarnación del Misterio Divino, partícipe de la naturaleza del Padre, consubstancial a él. Por eso todo atentado contra el ser humano – divino, sagrado, templo, sagrario, consubstancial – es un atentado contra el Misterio Divino, un crimen de lesa divinidad (por decirlo de alguna manera), o, en términos bíblicos, un pecado que clama justicia. Por eso la homofobia es una blasfemia. Y hacer creer a un solo ser humano que no es digno de amor y no es digno de Dios es un sacrilegio del que la Iglesia ha de dar cuentas no a Dios, sino a la humanidad a cuyo servicio dice haber sido enviada y consagrado su existencia.

No hay comentarios.: