viernes, octubre 24, 2008

Una pequeña diferencia


Creer en Dios parece ser una actitud muy extendida. Millones de personas en todo el mundo afirman que creen en la existencia de una divinidad, de un poder superior, aunque con sus diferencias específicas. Creer en Dios, entonces, es algo que muchos hacemos y sin mayor problema.


Creerle a Dios… eso sí que es harina de otro costal, porque incluye el asentimiento del corazón al Misterio, aceptar que las cosas no son como pienso ni como me he creído que son, influenciado por un entorno, una cultura, una religión, una filosofía.


Pensar, por ejemplo, que el sentido de la vida está en “ser”, pero que a la hora de los hechos, el “ser” es convertido en “tener”, que hace que la vida entera se organice en el absurdo de comprar y comprar…


Creer que mi dignidad está por encima de la de los demás, y hacer lo posible por mostrar mi valía pasando por encima de los otros…


Estar seguro que la naturaleza es un conjunto de “cosas” sin más valor que el que adquieren en el mercado y que, por lo tanto, puede ser contaminada, destruida, vorazmente explotada…


Hacerme a la idea de que mi libertad se hace más amplia en cuanto paso de todo, pruebo de todo, me permito todo, sin importar si me llevo entre las patas a otros…


Estar convencido de que mi raza, el color de mi piel, mi idioma o mi religión me hace mejor…


Afirmar – cuando menos en los hechos, en la forma en que me miro a mí mismo – que mi orientación sexual me hace menos digno de amor y de respeto, menos amado por Dios y, por ende, merecedor de todas las desdichas que he traído o permitido que otros dejaran en mi vida…


Pensar que necesito ganarme el amor de los demás (y de Dios) por medio de mi fuerza, de mis valores morales, de mi práctica religiosa, de mi obediencia a las tradiciones, de mi sometimiento a las jerarquías, de mi renuncia a la libertad de ser y de pensar…


Todas son formas de no creerle a Dios, porque el Misterio se ha revelado como una presencia de bondad, de amor infinito, de aceptación sin juicios.


Dios se nos ha mostrado como deseoso de que seamos felices, de que tengamos plenitud y de que nos hermanemos con todas las personas y con todas las criaturas.


Si creyera más a Dios (y menos en Dios) mi vida daría un giro. Cuando menos, así lo creo, sería más feliz y viviría más amorosamente.


Señor, que TE crea.

J. Álvaro Olvera I.

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