Recibí un correo de Alejandra, una catequista católica que, habiendo leído algunos documentos de nuestra Comunidad, quiso ponerse en contacto con nosotros para decirnos que ella y su grupo de catequistas comparten nuestra visión de Jesús y nuestro anhelo de una iglesia más incluyente.
Una de las cosas que me decía en su mensaje es que ella es una enamorada de Jesús y que no encontraba en su vida ni en su enseñanza ningún rasgo de exclusión. Incluir a los marginados de la sociedad de su tiempo fue “el más grande milagro de Jesús”, afirma. Ante la realidad de la exclusión, Alejandra piensa que el problema de la iglesia es que hemos hecho a un lado el mensaje de Jesús y nos estamos dejando guiar por otros criterios.
Me ha dado mucha alegría comprobar una vez más que quienes soñamos una iglesia distinta, no estamos solos y no somos tan pocos como se puede pensar. Hay muchos sacerdotes, religiosas y laicos que sueñan y trabajan por lo mismo, una iglesia que manifieste un rostro más humano, más congruente con Jesús, una iglesia que – como dice una de nuestras oraciones – “sea más creíble para los hombres y mujeres de hoy, sedientos de Dios, pero que no lo han encontrado en la iglesia católica que han conocido”.
La tensión entre el amor a nuestra iglesia y la libertad en el seguimiento de Jesús es, para muchos católicos, una herida. Por un lado amamos a nuestra iglesia y la queremos mejor de lo que es, más cercana cada día al espíritu de Jesús; por otro, sabemos que hay que dar pasos concretos para lograr esa iglesia que soñamos, y esos pasos a veces nos llevan a oponernos a ciertas prácticas, a ciertas inercias que consideramos propias de otra mentalidad, de otra forma de ser iglesia, de otro siglo, pues.
Y entre esta fidelidad en la libertad, saber que hay otros católicos que también hacen cosas, crean espacios y dan pasos concretos de mayor seguimiento de Jesús, es un consuelo. No somos los únicos que estamos en búsqueda, no somos los únicos que hemos tenido tensiones con la jerarquía, no somos los únicos que siguen siendo católicos, esperando contra toda esperanza.
Pero bueno, el Misterio Divino se mueve en nosotros como se mueve en la iglesia… algún día, algún día las cosas serán de otro modo. Y como decía mi abue: “A Dios rogando y con el mazo dando”
Gracias Alejandra, y gracias a tus compañeros catequistas.
Álvaro Olvera
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