martes, enero 06, 2009

Regalos inútiles


Para iniciar el año, voy a hablar de regalos inútiles.


Nos dice el evangelio que los Magos le llevaron a Jesús tres regalos: oro, incienso y mirra.



El oro era propiedad de los ricos, de los reyes. Herodes adornó las paredes de su fortaleza en Masada con placas de oro, cientos de placas de oro para que reflejaran la luz del sol sobre sus piscinas (por supuesto que ese oro salió del sudor del pueblo campesino, muy explotado)



El oro como regalo es símbolo de grandeza y de poder, y quiere decirnos que este Mago estaba convencido que Jesús sería un rey como Herodes, o más, por eso, adelantándose, le ofrecía el primer reconocimiento de esa realeza y ese poder. Pero se equivocó, porque Jesús no va a formar parte del mundo de los reyes ni de los poderosos, éstos lo van a matar cuando sea grande. El primer regalo fue un regalo inútil, que habla más bien de las expectativas de este Mago que de la realidad de quien era Jesús.



El incienso era propio de los ambientes de culto, los templos y la adoración a los dioses (y al Emperador, que se decía ser un Dios) El Mago creía que la divinidad de Jesús era como la divinidad de todos los demás dioses, ansiosos por recibir alabanzas y ofrendas. El Mago se equivocó, porque la divinidad de Jesús no se va a expresar como las divinidades de los dioses conocidos, tanto que los sacerdotes van a mover los hilos para asesinarlo. Para que vean la diferencia, en vez de pedir alabanzas y ofrendas para sí, Jesús va a pedir compasión y acción a favor de los más pobres. El segundo regalo fue un regalo inútil, que habla más bien de las expectativas del Mago que de la realidad de quien era Jesús.



Nos queda un regalo, la mirra ¿para qué servía?



La mirra servía para curar heridas. Mezclada con vino y hiel hacía un potente anestésico que servía para todo, hasta para darle a los que iban a ser crucificados para que no sufrieran tanto (¿se acuerdan que le da a Jesús pero él lo rechaza? Quiso moría consciente hasta lo último. ¡Ese es mi Maestro, pues!)



La mirra estaba en las casa de los pobres, de los que no tenía para medicinas ni para médicos (que hace siglos también eran un lujo de ricos, como hoy). La mirra está relacionada, pues, con la vida cotidiana, con sus golpes, heridas y dolores. Está relacionada con la sencillez y con la ayuda a quienes están heridos.



Quien llevó oro pensó que Jesús sería un rey más; quien llevó incienso pensó que Jesús sería un Dios como todos, y se equivocaron. Quien llevó la mirra pensaba que Jesús era alguien que iba a ser tan humano que iba a necesitar mucha mirra para aliviar sus dolores; y que iba a ser tan compasivo que iba a necesitar mucha mirra para aliviar los dolores de los demás. Y le atinó.



Dios es como la mirra, cotidiano, sencillo, sanador. Jesús será un hombre de mirra, cálido, cercano, muy humano (y por eso va a sufrir por lo que sufrimos todos los humanos) y muy compasivo, por esa va a dedicar su ministerio a sanar. Tenemos la idea de que Jesús vino a predicar, pero si comparamos lo que hizo con lo que dijo, la verdad es que Jesús vino a ser un sanador, las sanaciones es lo que más abunda en el evangelio. Jesús será un buen sanador porque aprenderá (seguramente de su madre, que las mueres eran las que se encargaban de estos menesteres) a ser un hombre de mirra y sanará, muchas veces con el simple hecho de la calidez en el trato con los dolientes. Como hoy, ¿a poco el mejor médico es el que sabe mucho? Por nuestra experiencia, el que más nos sana es el que más nos trata como personas y no como organismos enfermos.



Hoy, para iniciar nuestro año como Comunidad, quiero hacerte dos invitaciones. Primera, te invito a buscar la mirra en tu casa. Está bien que vengas a la eucaristía o que vayas a la teología y a la oración de los jueves y que esto te de paz y te haga sentir a Dios. Si vienes y sales con un sabor de Dios en corazón ¡Bendito sea!



Pero necesitas aprender a encontrar eso mismo en tu casa, en tu vida cotidiana, es tu espacio de todos los días ¿no está Dios todo aquí para ti como lo está en tu casa? Si lo sientes aquí, pero no lavando el baño, es que necesitas hallar al Dios Mirra; si experimentas la paz cuando comulgas, pero no cuando besas apasionadamente a ya sabes quién, o cuando abrazas tiernamente... ¡busca a Dios Mirra!



Dios está todito disponible para ti en todo momento, en todo lugar, en toda compañía y en toda actividad. ¡Busca al Dios Mirra!



La segunda invitación: sé un hombre o una mujer mirra. Si miras a tu alrededor verás distintos rostros. ¿Qué caras ves?



Debajo de esos rostros, siempre hay un ser necesitado de ternura, de apapacho, de calidez, de abrazos, de solidaridad, de acompañamiento.



No sabes cómo necesitamos hombres y mujeres de mirra ¡hay tanta dolencia!. En mi corazón, por ejemplo, hay varios raspones, parece rascadera de mapache, algunos más sanos y otros bien infectados. Son los rasguños de mi historia y necesito de tu mirra. ¿Quisieras darme un poco?



¿Y tú? ¿Dónde está tu herida? No te hagas, ahí está: soledad, abandono, rechazo, traición, infidelidad, miedo, dependencia emocional, el peso de cargar con tu familia, enfermedad, soltería (o matrimonio, según el caso), sed de amor que se apaga con sexo, mantener una relación infructuosa sólo porque piensas que es peor estar solo o sola... ¿No necesitas un poco de mirra? ¿Un tinaco lleno de mirra?



Los seguidores de Jesús hemos de ser como él, sanadores, mirrosos los unos para los otros y para el mundo. Entre más mirra encuentres en tu vida cotidiana y más mirra untes, estás ayudando a sanarte a ti mismo, a sanar tu entorno, a sanar al universo entero, porque estás haciendo viva y real la presencia mirrosa de un Dios que como dice el profeta:


No quiere apagar la mecha que aún humea

Ni quiere quebrar la caña que está doblada

Sino que quiere vendar los corazones heridos.




José Álvaro Olvera I.

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