domingo, diciembre 09, 2007

Bendito sea Dios que da de comer


Bendito sea Dios que da de comer.



El domingo antepasado, después de la celebración Eucarística de Vino nuevo, me enfilé con rumbo al sur de la ciudad de México a una zona residencial, pues tenía una invitación a comer con unos amigos.
El tráfico estaba fluido y pude llegar muy rápido; me registro en la caseta de vigilancia y me asignan lugar para estacionarme. Lo primero que me extrañó fue que Ernesto no bajó a recibirme.
Después de los rigurosos saludos, en menos de que lo menciono ya nos encontrábamos en la mesa con los platos servidos.
-“Hola, ¿cómo has estado?, supe que estuviste enfermo, ¿cómo vas?
- Bien muy bien, ahí la llevo, ¿Y Ernesto?.
- Está insoportable, encerrado en su cuarto, espérame a ver si quiere salir.

Y sí, bastante adormilado, pandrosón y en fachas salió Ernesto. Nos saludamos y también nos acompañó a la mesa sólo el rato que tardó en terminar su plato; se despidió y nos dejó platicando a mí y a su madre.

- Oye Charlie, quiero pedirte un gran favor. Que hables muy seriamente con Ernesto. Es que está muy extraño. Acaba de terminar ya la carrera y ahora está preparando su tesis, pero siento que no es el mismo; está siempre enojado, por todo me contesta, no se le puede pedir algo sin que me grite.
- Y ¿Cuál es el problema?. De todos sus compañeros de Facultad, él es el primer lugar; siempre ha sido excelente alumno y excelente estudiante y no creo que ya al final de su segunda carrera, no quiera salir adelante con su trabajo final.
- Es que su asesor de tesis le está metiendo extrañas ideas y eso no me gusta, ¡habla con él!
- ¿Qué hable yo con él?, ¿y como para que?, ¿va a modificar su forma de pensar hablando conmigo?
- Pues sí, aunque no lo creas, a ti sí te hace mucho caso; él considera mucho lo que le dices.
(Esto en vez de darme orgullo, me dio miedo, pues es bien sabido que digo muchas babosadas)

Continuamos con el postre y con la plática. Ya para despedirme, quedamos de acuerdo. Ernesto me acompañaría a viajar en dos de mis jornadas laborales de esa semana. Por cuestiones de trabajo, tenía que ‘cerrar el año’; algunas documentaciones, formas burocráticas que llenar, firmas que ir a conseguir, etc. Todo esto en hospitales ubicados en poblaciones cercanas al Distrito Federal.

El amanecer del día siguiente nos tomó ya en carretera. Eran cerca de las seis de la mañana cuando estábamos en la caseta de cobro de la autopista a Querétaro.

Ya después de haber visitado dos hospitales, decidí despertar a Ernesto que se había acomodado en la parte trasera de la Van.

- Neto: ¿Quieres desayunar algo?
- emmmm no… bueno… sólo un jugo.

Dimos cuenta de ello y seguimos el viaje. Apagué el radio y con evidente ansiedad, le pregunté: “¿Qué onda contigo?”
- ¿qué onda de que?, ¿qué te dijo mi mamá?
- Pues… lo de un maestro de la facultad.
- Ah eso!! Bueno, pues creo que tiene razón, ¿o no?
- Y de qué tiene razón?
- Pues de que Dios no existe, que es una creación humana y en el remoto caso de que existiera, si de verdad es poderoso, ¿por qué no impidió tanto daño en Veracruz?, Tanta gente muy pobre que de plano se quedó miserable… ¿así es como demuestra su amor?, ¿por qué permitió las inundaciones de Tabasco? Y etc, etc, etc….

Y pues bueno… era la propicia ocasión para exponer tanta información obtenida en los cursos tomados en ‘Vino Nuevo’ … hay que hacer uso de la Antropología filosófica, de la Antropología teológica, de los estudios bíblicos y demás…

Y así discurrió nuestra acalorada discusión. Interrumpida a ratos por la llegada a los lugares asignados, o por algún tope o semáforo.

Ya casi a media tarde, caímos en cuenta que no habíamos comido. Le comenté que ya estábamos cerca de Tepeji del Río en Hidalgo; ahí pasaríamos a tramitar firmas y luego a un conocido lugar para comer. Tardé más tiempo de lo planeado; el restaurante donde iríamos ya había cerrado.

A la entrada/salida del hospital había una señora, de piel curtida, envejecida por el clima y la pobreza ofreciendo “tacos, enchiladas, dobladas, quesadillas”… ¡que delicia culinaria!...
Las ‘dobladas’son unas tortillas de maíz, dobladas por mitad y rellenas de queso con chile pasilla, también con flor de calabaza, o con rajas de chile con crema y elote. Las enchiladas eran -igualmente de tortilla de maíz- hechas taco, bañadas en una salsa verde al cilantro, con queso, cebolla, aguacate. Era más que evidente el esmero que tuvo Doña Alicia en preparar esas viandas y así se lo hice saber.
- Doña Alicia, ¡que rico!, ¡de verdad que tiene usted manos de ángel!
- Hay joven! No exagere.
- No es exageración, es la verdad; esto está delicioso.

Al momento de pedir la cuenta, vino la sorpresa… ¡no es posible!. Tanto esmero por un precio muy bajo, es injusto. Así lo hice saber a Doña Alicia. Le pagamos con una propina… al principio, obviamente se negó a recibirlo; mi insistencia y explicación terminaron por convencerla. Estira la mano para recibir nuestro dinero, encoje el brazo, lo pega al pecho, agacha la cabeza, besa su mano y guarda el billete en su bolso. Visiblemente emocionada nos despide diciendo: “Ay jóvenes, que Dios les bendiga y les dé más”… Y también a usted, doña Alicia, cocina usted como los mismos ángeles, ¡Dios le bendiga!.

El camino de regreso a la ciudad de México fue ágil y rápido, no había tráfico. Atrás dejábamos las discusiones, ahora nuestra plática era sobre la música que veníamos escuchando. Acordamos la hora y el lugar de encuentro para el miércoles. Nos despedimos. Lo dejé en una estación del metro.

El miércoles nos encontró con pocos lugares para visitar, sin embargo, estaban retirados uno de otro y el plan era llegar a media tarde a la capital del estado de Hidalgo a entregar informes y resultados.

Terminaba mi visita en Actopan y luego a Pachuca, llevábamos buen tiempo cuando el hambre ‘nos atacó’ y sin que lo pensáramos mucho, pasamos a un pequeño lugar a la orilla de la carretera. El sitio parecía agradable. Me estacioné, nos bajamos de la camioneta y nos dirigirnos a la puerta. Al entrar percibimos una agradable mezcla de olores de la cocina y ambientado con una música que de inmediato reconocí: Jesús Adrian Romero… ¡sí! Y el canto creo que se llama ‘Bajo sus pies’. Nos acomodamos y dimos cuenta de un abundante consomé de pollo y también de unas piezas de pollo adobado… ¡rico!. De momento dejé de comer para escuchar y balbucear algo del CD que tenían puesto… “tal como soy Señor, sin nada qué ofrecer más que mi canción, no tengo más que darte pues tuyo es Señor.” Y alguien se dio cuenta que estaba yo en ese trance; repitió el canto y subió un poco el volumen…. “Tal como soy Señor, sin nada que entregar más que el corazón, me rindo todo a ti, tómame Señor, tal como soy”

Pagamos por el servicio y alegremente nos despedimos de estas personas como si nos conociéramos desde hace mucho tiempo.

Ya al retomar la carretera, con cara seria, Ernesto me pregunta: “Charlie, ¿te volviste protestante?
- No! ¿por qué?
- No, Por nada…

No cruzamos otra palabra más; nuestros silencios eran rotos por la agradable compañía de un CD de Fernando Delgadillo.

El camino de retorno a la ciudad de México nos encontró al comienzo de la noche. Sólo platicamos del rector que se va y del nuevo que llega a la UNAM y de los desafíos que hay en nuestra máxima casa de estudios. Ya en la estación del metro ‘La Raza’, nos abrazamos y nos despedimos. Cada quien a su casa.

Pasaron algunos días antes de que marcara al teléfono de su casa. Me contestó su mamá. Comenzamos a platicar y de repente me pregunta:
- Oye Charlie, ¿Quién es Doña Alicia?
- Una señora que se gana la vida vendiendo algo de comida afuera de un hospital, ¿por qué lo preguntas?
- Por que Ernesto no deja de mencionarla.
- Y por cierto, ¿cómo está Ernesto?
- Bien!! Ayer lunes tenía que irse muy temprano a la UNAM. Lo desperté y ¡no repeló!... se levantó, se bañó, desayuno y se fue…
- ¿y hay algo de raro en eso?
- Sí, porque siempre repela. O se queda otro rato dormido, o no se baña, o no desayuna y refunfuña y lo paso a dejar al metro y siempre me reclama por cualquier cosa.

En fin…

Creo que Doña Alicia hizo algo más que habernos dado una rica comida. ¿Qué opinas?

Saludos!

Charlie.

P. D. La frase que titula este escrito, no la puse completa y es de un conocido autor en Vino Nuevo; las veces que también compartimos los alimentos y ya cuando estamos todos satisfechos, invariablemente agradece a Dios con esa frase.

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