lunes, enero 16, 2006

Iglesias y política

JeanMeyer
El Universal
Domingo 15 de enero de 2006


EN el mes de octubre del año pasado el tema de la eutanasia provocó un pequeño y breve ciclón en nuestros medios, que demostró una interesante tendencia a desviarse de su trayectoria; así son los ciclones de caprichosos. La Iglesia católica, y quizás alguna otra Iglesia cristiana, se había atrevido a decir que el valor de la vida humana es absoluto, que la eutanasia no resuelve nada, sino plantea un problema grave.

Como el cardenal de México había declarado que el cristiano podía, debía, desobedecer a una ley inmoral, como la que eventualmente permitiría la eutanasia, varios articulistas de la prensa escrita y radiotelevisiva se le echaron encima. Su declaración cayó en la categoría de "lo malo" de la semana, y se escribió que "el llamado del máximo representante de la Iglesia católica en México a desobedecer las leyes que su doctrina considera injustas es, a todas luces, un ´despropósito democrático´".

Los críticos, después de recordar que la familia religiosa que llama abiertamente a la desobediencia debería atenerse a las consecuencias de su "delito", dictaminan que tal excursión de las iglesias fuera de su campo, pondría en riesgo la vigencia del Estado democrático. Tomé el ejemplo de la eutanasia, podría tomar el ejemplo de la píldora anticonceptiva, o del matrimonio entre personas del mismo sexo, o de la negativa de la Iglesia romana a ordenar mujeres u hombres casados, u homosexuales.

En una lectura muy estricta, se puede decir que en cada uno de esos casos la Iglesia se mete en la política o viola los derechos humanos de tal o cual grupo y, por lo tanto, comete un delito.

"Si el reino de la Iglesia no es de este mundo, ¿por qué se ocupa de los asuntos terrenales?", preguntan los que les temen a los ensotanados y a sus jefes mitrados.

Acusan a la Conferencia Episcopal y al cardenal Rivera de romper la regla de oro de "a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César", para concluir que "esa imprudente extralimitación podría conducir a choques amargos como la guerra de Reforma y la guerra cristera".

Siempre ha sido difícil discernir claramente en todos los casos lo que es de Dios y lo que es del César. Cuando el papa Benedicto XVI dice: "Dios bendice a quien se abstiene ante las cosas que disgustan a Dios", a lo mejor se está metiendo en política y se supone que la política es del César. Pero, ¿realmente, esas tomas de posición amenazan a la República, pueden causar un "naufragio laico"?

La distinción clara entre los reinos es una empresa muy difícil y bastante reciente en nuestra historia, la de un mundo occidental (México, como la Nueva España, es un extremo Occidente) marcado por 17 siglos, más o menos, de estrecha unión entre las iglesias cristianas, católica, ortodoxas, protestantes y los estados, sea reino, imperio o república. La religión impregnaba todos los aspectos de la vida y las instituciones políticas, administrativas, económicas, sociales, culturales, y eclesiásticas estaban profundamente asociadas, al grado de la fusión. Es lo que viven hoy en día muchas comunidades calificadas de "indígenas", es lo que viven cientos de millones de musulmanes, para dar sólo dos ejemplos, micro y macro.

Nuestras sociedades occidentales tomaron otro camino en el siglo XIX en Francia y México. En Europa encontramos todavía todas las variedades habidas y por haber, con una reina de Inglaterra, cabeza de la Iglesia anglicana y una Iglesia ortodoxa de Rusia estrechamente hermanada con el Estado. Al otro extremo, Francia, en nombre de la laicidad, prohíbe a los alumnos de la mayoritaria escuela pública ostentar cualquier "fetiche" (no es la palabra de la ley, pero así se entiende mejor) religioso, cruz, paloma, estrella de David, mano de Fátima, velo, turbante, solideo, etcétera... Y como el ridículo no mata, en otro país de Europa el Parlamento debate muy seriamente para prohibir el uso de "c" alta (C) para Cristo, y para cristianismo en los libros de texto y en las imprentas: para no favorecer a una Iglesia, a una religión.

Yo que escribo Islam con I de respeto y también Mahoma, tendré que bajar el tono. ¿Bromeo?

No, no es para broma y no cabe duda que el discernimiento entre los reinos es algo muy difícil. Cuando las iglesias se callan frente a una dictadura, ¿están en su papel? Al callar, no hacen política, ciertamente.

¿Cumplen con su deber ético como el buen samaritano de la parábola contada por un jesús cristo (letras bajas, por favor)?

Cuando un obispo mexicano denuncia la situación inhumana hecha al pueblo, a los pobres, a los explotados, cuando denuncia la corrupción de las autoridades, la venalidad de los jueces, los abusos de la policía, los crímenes del cacique, la injusticia social, ¿da a Dios o da al César? Llega un momento en que todo es político y todo es política. De la misma manera que todo es religioso pues existe hasta una religión de la antirreligión.

El problema no es de la sola Iglesia católica en México; los evangélicos también saben y dicen que vivir su fe lleva a compromisos concretos, incluso a compromisos políticos: en varias ocasiones, en varias partes de México han intentado crear un partido, o partidos regionales -así en el estado de México.

Personalmente prefiero que los partidos no se pongan etiquetas religiosas, pero puedo entender que, por razones históricas, haya en Alemania o en Chile un partido que se siga llamando "demócrata cristiano", pero sé que hay otros tantos cristianos en partidos de derecha y de izquierda, en esos dos países, que son cristianos, a veces más cristianos que muchos democristianos.

De la misma manera no creo que le toque al episcopado impartir "talleres de orientación del voto". Pero sabemos que los católicos mexicanos toman solos su decisión de votar y se reparten equitativamente entre los tres grandes partidos nacionales.

jean.meyer@cide.edu

Profesor investigador del CIDE

No hay comentarios.: