jueves, abril 07, 2011

Pasar de la muerte de la vida

Estamos en cuaresma. Normalmente no celebro esta parte del año religioso porque todo lo que voy viendo en torno se me hace más bien medieval: que si el ayuno, que si la penitencia… pero confieso que no había puesto atención a un detalle, cuaresma podría ser el tiempo de ir pasando de la muerte a la vida. Sí, ya sé que eso suena de lo más trillado tratándose de este tiempo, pero deje que espigue lo que pienso desde esta trinchera. Ayer hablaba con un sacerdote que está en proceso de aceptar y asumir su orientación sexual. Esa es una buena manera de pasar de la muerte a la vida porque, oye, eso de vivir dividido en dos (o más) partes, eso que tu manera de amar esté separada de tu manera de orar, definitivamente que es una forma de estar muerto (recuerda que en el sentido bíblico de estar muerto es más que la mera cuestión biológica) Esta mañana escuchaba charlar a un chico seropositivo acerca de una relación amorosa terminada. Al final dijo: “pues hay que seguir adelante a pesar de todo”. Otra excelente manera de pasar de la muerte a la vida: aceptar que la vida está tejida de rupturas, encuentros, abrazos y despedidas. Bien lo dijo Teresa de Jesús: “La vida terrena es continuo duelo”. Darme cuenta que tengo tres canas en mis cejas… y reír con ello, asumiendo que la edad es la edad y los cuarentas ya se comienzan a notar, y disfrutar de ello es pasar de la muerte a la vida. Una relación amorosa que se perfila en el horizonte, y no tener miedo a abrir la puerta del corazón aunque, con simplicidad se reconozca que el amor verdadero se teje también entre amores frágiles es otra forma de pasar de la muerte a la vida. Ponerle un poco de pimienta al sexo – si, también el sexo puede ser aburrido aunque para nuestra cultura sea el máximo – para que la entrega sea gozosa, placentera, una verdadera delicia. Hacer del sexo un plato de chiles en nogada en lugar de una sopa instantánea (acabo de poner imágenes en mi mente) es otra buena forma de pasar de la muerte a la vida. Tomar un curso de algo que siempre has querido o que simplemente se te antoja y hacerlo no para lucir el currículo, sino simplemente porque se te da la gana tomarlo. Otra forma de pasar de la muerte a la vida. Porque resucitar, amigos, no se trata de ser más perfectos, moralmente intachables. No se trata de no criticar a la vecina del 7 o al gay del depa de enfrente.


Resucitar es para mí vivir en plenitud, apreciar el sabor del agua, percibir el calor del sol en la piel, sentir el paso de la toalla por el rostro mojado, hacer un paso de baile cuando vas a media calle con el Ipod (si, los monjes de hoy usamos Ipod, pues la música jamás, jamás podrá distraernos de Dios) sonreírle al perrito que pasa dando saltos de alegría porque va al parque, detenerte a mirar el color de las flores de jacaranda… Porque el Resucitado está en todo eso, esperando a revelarse porque, si no somos capaces de disfrutar la VIDA ¿cómo pensamos disfrutar el VIVIENTE? Álvaro

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