lunes, noviembre 08, 2010

Zaqueo o la iglesia que se queda afuera

Lo prometido es deuda, te comparto algo de la homilía de aquella bendición de pareja de la que te hablaba antes.

Nos dice el evangelio que Zaqueo deseaba mucho conocer a Jesús, pero no había logrado hacerlo por su baja estatura, su pequeñez, quizá y eso es lo que yo creo, también estaba influido por el pensamiento de no ser digno, recordemos que Zaqueo era un cobrador de impuestos, amigo de prostitutas, considerado pecador e impuro por su forma de vivir. Es posible que Zaqueo no haya buscando a Jesús antes porque se sentía impuro y sabía que, si Jesús era un profeta, no estaría muy contento con la impureza.

Hay muchas personas gays que desean con mucha intensidad conocer a Jesús, tener una relación viva con Dios, pero, como Zaqueo, hay algo que lo ha impedido. Si bien puede ser porque se sienten pequeños, puede ser porque se sienten rechazados de antemano, impuros, pecadores, indignos de ser amados, escuchados y acogidos por el profeta de Dios (pues hasta Jesús no parece que los profetas se sintieran muy a gusto con “los pecadores”)

Zaqueo hace lo que puede para conocer a Jesús (se sube al árbol) corre el riesgo de acercarse al hombre santo. Muchas personas gays han intentado hacerlo, se han acercado al pastor, al sacerdote, al confesor, buscando hacer lo propio, atreviéndose a dar el primer paso para “ver a Jesús”. El resultado en muchos casos ha sido desastroso para la persona homosexual. No necesito contar más detalles, pues creo que todos conocemos las historias.

Jesús dice a Zaqueo que se va a hospedar en su casa. Definitivamente este profeta es distinto a otros (o a lo que se dice de los otros) Seguro que Isaías hubiera comenzado a diatriba en contra de los recaudadores; quizá Elías hubiera decapitado a Zaqueo como hizo con aquellos sacerdotes en el monte; es posible que el mismo Bautista comenzara a llamarlo “víbora” delante de la gente. Pero este profeta dice que quiere hospedarse y compartir la mesa con el pecador. Zaqueo organiza una fiesta a la que invita a sus amigos que eran, obviamente, recaudadores de impuesto, prostitutas y gente “de mala vida”.

La multitud sigue a Jesús por el camino. Aquí me detengo. “Seguir a Jesús por el camino” es una forma de decir “iglesia”, en los primeros tiempos los cristianos se llamaban a sí mismos “la gente del camino” y ser discípulo de Jesús se expresaba como “seguirlo por el camino”. Me gusta interpretar que la multitud que sigue a Jesús es un signo de la iglesia, de aquellos que han decidido creer en él y en su mensaje. Al llegar a casa de Zaqueo, Jesús entra, pero sus seguidores no, pues no querían cargar con la impureza que daba el contacto con un pecador.

Hoy en día, a la iglesia le pasa lo mismo: sigue a Jesús, sin duda, pero a la hora de dar los pasos concretos para hacer vida su mensaje, cuando se trata de acercarse a quienes Jesús se acerca, siempre surge el miedo, la famosa “prudencia”, el “no dar escándalo”. Y la iglesia se queda afuera, temerosa de ser “contaminada”. Y tiene razón en su miedo, siempre ha sido así, juntarse con los “malditos” es cargar con el estigma de la maldición. Acercarse a la gente gay es cargar el estigma.

Jesús, que nunca se detenía ante estos miedos, entra a la casa, se sienta a la mesa y comparte el pan con Zaqueo y sus amigos. La gente afuera – la iglesia – murmura por esta familiaridad del profeta con el pecador.

Para Zaqueo, esta cercanía sin juicio ni condena, sin sermones ni rollos de moral, logra lo que no se había logrado antes, que Zaqueo caiga en la cuenta de lo que ha sido, de cómo ha vivido, y dé el paso: “Si a alguno he robado, le restituiré”.

La cercanía sin juicio de Jesús es la única opción, esto es lo que la iglesia no termina de entender. No es condenando, ni juzgando, ni llamando “intrínsecamente desordenados y objetivamente inmorales” como logrará tocar el corazón de la gente gay con el amor de Dios. No es despotricando contra las parejas de dos hombres o dos mujeres como se provoca la conciencia de la propia vida… es el amor, un amor como el de Jesús.

Zaqueo capta el amor, la diferencia entre este hombre santo y los otros, entre este profeta y los anteriores. Zaqueo se da cuenta que el hombre que debía repudiarlo, se sienta a la mesa con él; que quien debiera criticar su forma de vida no teme “mancharse” y todo porque se sabe enviado por Dios, un Dios que ama a todos infinitamente, a decirle a los “pecadores” que ese amor está reservado para ellos, que sólo necesitan extender la mano y tomarlo, que es la cercanía a Dios lo que abre las posibilidades.

Y Zaqueo da el paso. Jesús, al final de la historia dice: “Yo he venido a buscar lo que se había perdido”, aunque los seguidores se quedan afuera.

Ojalá que la historia de Zaqueo te ayude a encontrar luz: no es Dios quien te rechaza, Jesús quiere sentarse a la mesa contigo… es la iglesia la que se está perdiendo la fiesta por conservar la pureza, o la imagen que quiere dar de ser pura, aunque todos sabemos que no lo es.

J. Álvaro Olvera I.

No hay comentarios.: