lunes, noviembre 08, 2010

No es valentía, es un derecho

El fin de semana pasada me fui invitado a celebrar la bendición de una pareja de dos hombres. No es algo común que dos chavos quieran hacer un lugar explícito a Dios con una celebración religiosa, además que uno de ellos es un viejo amigo mío. Preparamos la liturgia con meses de anticipación y nos dimos cita en el salón de un restaurante. Entre los presentes había varios chavos gay, lo que me puso un poco nervioso… me ha tocado predicar ante 500 personas y nada de nervios, pero hablar de Dios a la gente gay sí que me produce un poco de temblor, pues debido a la situación que viven las personas gay católicas ante la autoridad de la iglesia, a veces tocar esos temas suele no ser tan agradable.

En fin. Celebramos y en la predicación hablé de Zaqueo, el cobrador de impuesto que recibe a Jesús (prometo escribir la homilía pronto y publicarla) haciendo fiesta en su casa.

El final, se me acercó un joven. Me dio que era seropositivo desde hacía años y que nunca imaginó escuchar lo que oyó en la predicación y ser testigo de lo que vio ese día. “Es usted muy valiente en hacer esto”. Y no… no creo que sea yo muy valiente ni que lo haya sido.

Bendecir una pareja de hombres no es un acto de valentía, es respetar un derecho, porque yo creo sinceramente que un hombre gay es un hijo de Dios, que tiene derecho a relacionarse con él y que, cuando encuentra el amor, tiene derecho a celebrarlo delante de Dios, celebrar la bendición que significa amar y ser amado.

Creo que mientras no hagamos nuestro este derecho, el derecho de creer en Dios, de relacionarnos con él y hacerlo parte de nuestra vida, porque es un derecho inalienable, y sigamos dando a los líderes religiosos la autoridad de decidir sobre este derecho, las cosas no van a cambiar. Cierto: ejercer nuestro derecho a Dios tiene un costo, pero lo tuvo también el derecho de las mujeres a votar, el derecho de las personas de color de no se esclavizadas, el derecho – tan sonado y re sonado estos días – de ser un país independiente.

No estamos pidiendo un favor, no estamos asistiendo a una muestra de valor de un sacerdote o de un religioso… estamos haciendo nuestro el derecho de ser creyentes y de celebrar el amor que somos capaces de mostrar y de recibir.

Creo que, como decía Séneca, el pueblo tiene el gobierno que se merece; por ello estoy seguro que en la iglesia tenemos los pastores que merecemos, es decir, que si no los queremos así hay que cambiarlos; como le dije a un sacerdote una vez: mientras trates a tu obispo como papá, él te va a tratar como hijo pequeño e inmaduro.

Ejercer nuestro derecho a relacionarnos con Dios a pesar de lo que diga o no diga la doctrina oficial, es una buena manera de dejar se tratar a nuestros obispos como sabios padres, y asumir que ya no somos “hijitos”. Bonhoeffer, el teólogo alemán de la época nazi, lo dijo: El mundo ya es adulto. La relación con la iglesia debe cambiar.

Ojalá otras personas se atrevan a ejercer su derecho a la fe desde su orientación sexual, buena falta nos hace.

J. Álvaro Olvera I.

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