martes, noviembre 09, 2010

"Sólo aquel que grite..."

“… A favor de los judíos podrá luego entonar los cantos gregorianos”. La frase es de Dietrich Bonhoeffer, teólogo alémán de la época Nazi y viene como anillo al dedo para hoy, que he leído un artículo sobre la reciente ola de suicidios de jóvenes que han sido hostigados por ser gays.

Rechazados por su familia (me entero que hay una asociación que busca abrir hogares sustitutos para adolescentes gay que han sido expulsados de su casa por su orientación sexual), acosados por la sociedad y encima, estigmatizados por le iglesia de Jesús, que les hace creer que esa situación es un “pago” por su pecado. Y no digo que toda homofobia tenga raíces religiosas, pero hay mucha que sí y se esa quiero hablar.

Si hay jóvenes que terminan suicidándose porque han sido rechazados a causa de su orientación sexual y si este rechazo hunde sus raíces en la Biblia, la Tradición, el Magisterio o la interpretación de la doctrina cristiana entonces, no hay duda para mí, la sangre de esos jóvenes cae sobre la iglesia.

Sí, en este día yo hago responsable de esa sangre a la iglesia de Jesús que los hombres hemos dividido en confesiones, históricamente comprensibles, pero divisiones al fin y al cabo.

Porque la iglesia de Jesús, llamada para ser testimonio de un amor incondicional, llamada a ser signo de unidad, llamada a volver al derecho un mundo “al revesado” por el egoísmo, llamada a ser un oasis de paz y hermandad en un mundo dividido, la iglesia de Jesús, creada para unir a los hombres y mujeres como hermanos, superando la ley, la construcción social, los dogmas, las clases sociales y los clanes, fundada para abrazar a todos, dando testimonio del abrazo universal del Padre… ha fracasado en la vida de estos jóvenes.

La iglesia se olvida que sólo cuando una su voz a la voz de las víctimas del sistema, sólo cuando acoge con amor y aceptación a quienes la sociedad rechaza, se hace capaz de presentar ofrendas agradables a Dios.

Se ha olvidado que, mientras haya un solo homosexual en algún lugar del mundo que sea perseguido, juzgado, rechazado, estigmatizado, condenado o mal visto, es Jesús mismo, el Señor, quien sufre rechazo y es condenado con la Escritura en la mano, como en los viejos tiempos.

Que la iglesia, Señor, sea capaz de comprender que si vinieras hoy a nosotros, es muy posible que lo hicieras en “carne” homosexual, lo que sería “escándalo para los judíos y locura para los gentiles”.

Y yo, Señor mío, como parte de esta iglesia a la que amo y no me canso de confrontar, te pido perdón.

J. Álvaro Olvera I.

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