Ser profeta no es fácil, como le sucedió a Jesús, incluso ser señalado por sus propios vecinos, pero porque se habla con verdad, buscando justicia, pero para varios es incómodo porque
peligra sus intereses personales. Hay que revisar nuestra responsabilidad como profeta, que se adquiere al ser bautizado, de hablar con la verdad y buscar la justicia, teniendo presente que el Espíritu nos fortalece para continuar en la construcción del reino de Dios
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