“Porque brotarán aguas en el desierto y torrentes en la estepa; el páramo se convertirá en un estanque y la tierra sedienta en manantiales; la morada donde se recostaban los chacales será un paraje de caña y papiros.”
Este texto de la primera lectura nos habla de la belleza, la abundancia y la vida que surge a partir del caos, de la sequía, de la muerte. El mundo es así, como dice Juanga: “Todo tiene un principio y un fin”. Nada es eterno, todo es limitado; nada es perfecto, todo es impermanente. La vida requiere la muerte, y en ello se entiende que haya dolor, sufrimiento, gozo, placer…
Hasta aquí nada nuevo, nuestra experiencia nos dice que la vida es así. ¿Qué sentido tiene que la Palabra nos diga lo que ya sabemos?
En un mundo así, la acción de Dios es promover la vida, abrir posibilidades para que nazca lo nuevo. Andrés Torres Queiruga dice que Dios es el anti-mal en un mundo donde existe el mal.
Y Dios busca la vida en todos los lugares, en todas las circunstancias y por todos los medios posibles. Desiertos, torrentes, páramos, tierra sedienta, morada de chacales… donde quiera que haya una situación desfavorable habrá de cierto un acción de Dios. Saliva, caricia… todos los medios son aptos para que Dios haga lo que es: Dios de vida en un mundo donde hay muerte.
Esta lectura es una invitación a la esperanza activa: no hay situación personal, social o eclesial tan desesperada en la que no pueda caber la acción de Dios.
¿Hay alguna sombra de muerte en tu vida, alguna esterilidad, algún vacío, algún desierto? ¿Habitan dentro de ti animales salvajes, hay demonios en tu interior? ¿Hay algo en ti que necesita vida, renacer, aflorar, reverdecer? Preséntalo a Dios esta mañana, entrégalo en sus manos, ábrete a su acción.
No pongas límites, no condiciones su acción. Dios pude usar saliva. No digas: Así no, de aquí no puedo salir, de esto no hay nada que hacer, no se puede, no hay de otra… deja de poner límites a la acción de Dios, a su poder, a los medios que él desea usar o puede usar.
A veces, las más de las veces, Dios va a usar los medios más sencillos, más humildes, más cotidianos y “mundanos”. No desprecies, por tanto, una buena terapia, unas buenas vacaciones, un día en el bosque, un café o una chela compartida como si en esos momentos y a través de esos detalles Dios no pudiera convertir el desierto en oasis.
Jesús era un hombre muy cotidiano. Todo era sencillo: palabras, pan, peces, lodo, diálogo… creo que nunca lo vemos usando medios no ordinarios para hacer su trabajo, para llevar a cabo su misión. “¡Como niños!” dirá una y otra vez para animarnos a reconocer, contemplar y aceptar la acción de Dios en un mundo donde hay mal. Por eso, por su humanidad cotidianísima, humanísima, la gente decía: "Todo lo ha hecho bien"
J. Álvaro Olvera I.
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