domingo, noviembre 21, 2010

Ecos de la homilia de hoy


El día de hoy se celebra la festividad de Cristo Rey, con la cual se termina el año litúrgico. Y la reflexión de la comunidad fue la imagen de Jesús como Rey, que hemos aprendido de que es muy diferente a la imagen que tenemos de rey. Y que la mayoría de los íconos de la imagen de Cristo Rey, es que está en un trono, vestido de purpura muy cómodamente. Y es cómo visualizaban los judíos al mesías que esperaban, un Cristo (ungido) caudillo con poder para derrotar al imperio romano, un sacerdote con poder para purificar el templo de Jerusalén, muy al estilo de David, como lo vemos en la primera lectura, que pacta con los sacerdotes y es ungido rey. Esperaban a un Mesías triunfante, poderoso.

Pero el evangelio nos muestra un Mesías, el cual no tiene un trono, sino que descansa en una cruz, como ladrón, por ser tan radical en su forma de vida, con la cual pretende eliminar el poder autoritario (el romano, o el sacerdotal) Y se podría decir que Jesús es el anti-modelo de rey de los sistemas opresores. El no quiere dominar sobre los demás, sino promover , convocar, suscitar el poder de cada ser humano. De modo que cada uno de nosotros asumamos responsablemente nuestra libertad.

Pero muchas veces se tiene miedo a esa libertad, por lo cual adaptamos algunas actitudes, que pueden ser patológicas, como dijera Fromm, que es el dominar a otros o la otra buscar de quién depender entregándole esa libertad por comodidad e interés. Y de ahí surge el pecado, el pecado del mal uso del poder sobre la libertad. Y que de ahí se originan los otros pecados, la avaricia, la soberbia, la lujuria que hablando de esta, el sexo es utilizado como instrumento de poder para poseer y oprimir, y nos damos cuenta que el sexo no es malo, lo malo es con que fin se ejerce

Este es el tipo de poder que Jesús no quiere que se ejerza, y él nos da ejemplo con su vida, ya que con él no existe el protocolo, sino que es cercano con todos los oprimidos de su tiempo, las viudas, los pobres, los enfermos, las prostitutas, los pecadores. Les transmite el amor de Dios, que él ha experimentado, un Dios que no ejerce violencia, sino amor, que dignifica al hombre. Pero no fue una tarea fácil, tanto que por ejercer ese poder fraternal, esa libertad, lo llevó a la cruz.

Hoy para festejar este día, debemos hacer una revisión de nuestras actitudes, para ver que tanto se manifiesta esta imagen de Jesús en nuestra vida. En nuestras relaciones cercanas, como puede ser la pareja, con nuestros compañeros de trabajo, en la familia, en nuestra iglesia, con nuestra comunidad. Y que poder ejercemos.

Esta es la reflexión de la comunidad hoy

Dios nos bendice

Valentín Conejo

martes, noviembre 09, 2010

"Sólo aquel que grite..."

“… A favor de los judíos podrá luego entonar los cantos gregorianos”. La frase es de Dietrich Bonhoeffer, teólogo alémán de la época Nazi y viene como anillo al dedo para hoy, que he leído un artículo sobre la reciente ola de suicidios de jóvenes que han sido hostigados por ser gays.

Rechazados por su familia (me entero que hay una asociación que busca abrir hogares sustitutos para adolescentes gay que han sido expulsados de su casa por su orientación sexual), acosados por la sociedad y encima, estigmatizados por le iglesia de Jesús, que les hace creer que esa situación es un “pago” por su pecado. Y no digo que toda homofobia tenga raíces religiosas, pero hay mucha que sí y se esa quiero hablar.

Si hay jóvenes que terminan suicidándose porque han sido rechazados a causa de su orientación sexual y si este rechazo hunde sus raíces en la Biblia, la Tradición, el Magisterio o la interpretación de la doctrina cristiana entonces, no hay duda para mí, la sangre de esos jóvenes cae sobre la iglesia.

Sí, en este día yo hago responsable de esa sangre a la iglesia de Jesús que los hombres hemos dividido en confesiones, históricamente comprensibles, pero divisiones al fin y al cabo.

Porque la iglesia de Jesús, llamada para ser testimonio de un amor incondicional, llamada a ser signo de unidad, llamada a volver al derecho un mundo “al revesado” por el egoísmo, llamada a ser un oasis de paz y hermandad en un mundo dividido, la iglesia de Jesús, creada para unir a los hombres y mujeres como hermanos, superando la ley, la construcción social, los dogmas, las clases sociales y los clanes, fundada para abrazar a todos, dando testimonio del abrazo universal del Padre… ha fracasado en la vida de estos jóvenes.

La iglesia se olvida que sólo cuando una su voz a la voz de las víctimas del sistema, sólo cuando acoge con amor y aceptación a quienes la sociedad rechaza, se hace capaz de presentar ofrendas agradables a Dios.

Se ha olvidado que, mientras haya un solo homosexual en algún lugar del mundo que sea perseguido, juzgado, rechazado, estigmatizado, condenado o mal visto, es Jesús mismo, el Señor, quien sufre rechazo y es condenado con la Escritura en la mano, como en los viejos tiempos.

Que la iglesia, Señor, sea capaz de comprender que si vinieras hoy a nosotros, es muy posible que lo hicieras en “carne” homosexual, lo que sería “escándalo para los judíos y locura para los gentiles”.

Y yo, Señor mío, como parte de esta iglesia a la que amo y no me canso de confrontar, te pido perdón.

J. Álvaro Olvera I.

lunes, noviembre 08, 2010

Zaqueo o la iglesia que se queda afuera

Lo prometido es deuda, te comparto algo de la homilía de aquella bendición de pareja de la que te hablaba antes.

Nos dice el evangelio que Zaqueo deseaba mucho conocer a Jesús, pero no había logrado hacerlo por su baja estatura, su pequeñez, quizá y eso es lo que yo creo, también estaba influido por el pensamiento de no ser digno, recordemos que Zaqueo era un cobrador de impuestos, amigo de prostitutas, considerado pecador e impuro por su forma de vivir. Es posible que Zaqueo no haya buscando a Jesús antes porque se sentía impuro y sabía que, si Jesús era un profeta, no estaría muy contento con la impureza.

Hay muchas personas gays que desean con mucha intensidad conocer a Jesús, tener una relación viva con Dios, pero, como Zaqueo, hay algo que lo ha impedido. Si bien puede ser porque se sienten pequeños, puede ser porque se sienten rechazados de antemano, impuros, pecadores, indignos de ser amados, escuchados y acogidos por el profeta de Dios (pues hasta Jesús no parece que los profetas se sintieran muy a gusto con “los pecadores”)

Zaqueo hace lo que puede para conocer a Jesús (se sube al árbol) corre el riesgo de acercarse al hombre santo. Muchas personas gays han intentado hacerlo, se han acercado al pastor, al sacerdote, al confesor, buscando hacer lo propio, atreviéndose a dar el primer paso para “ver a Jesús”. El resultado en muchos casos ha sido desastroso para la persona homosexual. No necesito contar más detalles, pues creo que todos conocemos las historias.

Jesús dice a Zaqueo que se va a hospedar en su casa. Definitivamente este profeta es distinto a otros (o a lo que se dice de los otros) Seguro que Isaías hubiera comenzado a diatriba en contra de los recaudadores; quizá Elías hubiera decapitado a Zaqueo como hizo con aquellos sacerdotes en el monte; es posible que el mismo Bautista comenzara a llamarlo “víbora” delante de la gente. Pero este profeta dice que quiere hospedarse y compartir la mesa con el pecador. Zaqueo organiza una fiesta a la que invita a sus amigos que eran, obviamente, recaudadores de impuesto, prostitutas y gente “de mala vida”.

La multitud sigue a Jesús por el camino. Aquí me detengo. “Seguir a Jesús por el camino” es una forma de decir “iglesia”, en los primeros tiempos los cristianos se llamaban a sí mismos “la gente del camino” y ser discípulo de Jesús se expresaba como “seguirlo por el camino”. Me gusta interpretar que la multitud que sigue a Jesús es un signo de la iglesia, de aquellos que han decidido creer en él y en su mensaje. Al llegar a casa de Zaqueo, Jesús entra, pero sus seguidores no, pues no querían cargar con la impureza que daba el contacto con un pecador.

Hoy en día, a la iglesia le pasa lo mismo: sigue a Jesús, sin duda, pero a la hora de dar los pasos concretos para hacer vida su mensaje, cuando se trata de acercarse a quienes Jesús se acerca, siempre surge el miedo, la famosa “prudencia”, el “no dar escándalo”. Y la iglesia se queda afuera, temerosa de ser “contaminada”. Y tiene razón en su miedo, siempre ha sido así, juntarse con los “malditos” es cargar con el estigma de la maldición. Acercarse a la gente gay es cargar el estigma.

Jesús, que nunca se detenía ante estos miedos, entra a la casa, se sienta a la mesa y comparte el pan con Zaqueo y sus amigos. La gente afuera – la iglesia – murmura por esta familiaridad del profeta con el pecador.

Para Zaqueo, esta cercanía sin juicio ni condena, sin sermones ni rollos de moral, logra lo que no se había logrado antes, que Zaqueo caiga en la cuenta de lo que ha sido, de cómo ha vivido, y dé el paso: “Si a alguno he robado, le restituiré”.

La cercanía sin juicio de Jesús es la única opción, esto es lo que la iglesia no termina de entender. No es condenando, ni juzgando, ni llamando “intrínsecamente desordenados y objetivamente inmorales” como logrará tocar el corazón de la gente gay con el amor de Dios. No es despotricando contra las parejas de dos hombres o dos mujeres como se provoca la conciencia de la propia vida… es el amor, un amor como el de Jesús.

Zaqueo capta el amor, la diferencia entre este hombre santo y los otros, entre este profeta y los anteriores. Zaqueo se da cuenta que el hombre que debía repudiarlo, se sienta a la mesa con él; que quien debiera criticar su forma de vida no teme “mancharse” y todo porque se sabe enviado por Dios, un Dios que ama a todos infinitamente, a decirle a los “pecadores” que ese amor está reservado para ellos, que sólo necesitan extender la mano y tomarlo, que es la cercanía a Dios lo que abre las posibilidades.

Y Zaqueo da el paso. Jesús, al final de la historia dice: “Yo he venido a buscar lo que se había perdido”, aunque los seguidores se quedan afuera.

Ojalá que la historia de Zaqueo te ayude a encontrar luz: no es Dios quien te rechaza, Jesús quiere sentarse a la mesa contigo… es la iglesia la que se está perdiendo la fiesta por conservar la pureza, o la imagen que quiere dar de ser pura, aunque todos sabemos que no lo es.

J. Álvaro Olvera I.

No es valentía, es un derecho

El fin de semana pasada me fui invitado a celebrar la bendición de una pareja de dos hombres. No es algo común que dos chavos quieran hacer un lugar explícito a Dios con una celebración religiosa, además que uno de ellos es un viejo amigo mío. Preparamos la liturgia con meses de anticipación y nos dimos cita en el salón de un restaurante. Entre los presentes había varios chavos gay, lo que me puso un poco nervioso… me ha tocado predicar ante 500 personas y nada de nervios, pero hablar de Dios a la gente gay sí que me produce un poco de temblor, pues debido a la situación que viven las personas gay católicas ante la autoridad de la iglesia, a veces tocar esos temas suele no ser tan agradable.

En fin. Celebramos y en la predicación hablé de Zaqueo, el cobrador de impuesto que recibe a Jesús (prometo escribir la homilía pronto y publicarla) haciendo fiesta en su casa.

El final, se me acercó un joven. Me dio que era seropositivo desde hacía años y que nunca imaginó escuchar lo que oyó en la predicación y ser testigo de lo que vio ese día. “Es usted muy valiente en hacer esto”. Y no… no creo que sea yo muy valiente ni que lo haya sido.

Bendecir una pareja de hombres no es un acto de valentía, es respetar un derecho, porque yo creo sinceramente que un hombre gay es un hijo de Dios, que tiene derecho a relacionarse con él y que, cuando encuentra el amor, tiene derecho a celebrarlo delante de Dios, celebrar la bendición que significa amar y ser amado.

Creo que mientras no hagamos nuestro este derecho, el derecho de creer en Dios, de relacionarnos con él y hacerlo parte de nuestra vida, porque es un derecho inalienable, y sigamos dando a los líderes religiosos la autoridad de decidir sobre este derecho, las cosas no van a cambiar. Cierto: ejercer nuestro derecho a Dios tiene un costo, pero lo tuvo también el derecho de las mujeres a votar, el derecho de las personas de color de no se esclavizadas, el derecho – tan sonado y re sonado estos días – de ser un país independiente.

No estamos pidiendo un favor, no estamos asistiendo a una muestra de valor de un sacerdote o de un religioso… estamos haciendo nuestro el derecho de ser creyentes y de celebrar el amor que somos capaces de mostrar y de recibir.

Creo que, como decía Séneca, el pueblo tiene el gobierno que se merece; por ello estoy seguro que en la iglesia tenemos los pastores que merecemos, es decir, que si no los queremos así hay que cambiarlos; como le dije a un sacerdote una vez: mientras trates a tu obispo como papá, él te va a tratar como hijo pequeño e inmaduro.

Ejercer nuestro derecho a relacionarnos con Dios a pesar de lo que diga o no diga la doctrina oficial, es una buena manera de dejar se tratar a nuestros obispos como sabios padres, y asumir que ya no somos “hijitos”. Bonhoeffer, el teólogo alemán de la época nazi, lo dijo: El mundo ya es adulto. La relación con la iglesia debe cambiar.

Ojalá otras personas se atrevan a ejercer su derecho a la fe desde su orientación sexual, buena falta nos hace.

J. Álvaro Olvera I.