martes, enero 26, 2010

Carta abierta al Cardenal Norberto

Independientemente de que el concepto de familia es tan cambiante como la misma sociedad que lo acuña (pero de eso hablen los sociólogos) he estado pensando en el modelo de familia que pareces estar defendiendo a capa y espada, y me he topado con algunas cosas que quisiera comentarte en pro de la reflexión, nunca del ataque, pues no hablo desde la izquierda, ni desde el resentimiento, ni desde “el Estado laico” que paree significar que los políticos sin religión son los únicos ideales para legislar, cuyas opiniones serían el non plus ultra de la libertad. Quienes hemos estudiado un poco la historia sabemos que esto es, además de irreal, fuente de tantos peligros como el integrismo religioso más radical.


No, hermano, te hablo desde la fe común, desde el amor por la iglesia de Jesús (subrayo esto último) y desde el respeto que me mereces. Pero sí, te hablo y, como hermano, te hablo fuerte; ojalá que nuestras diferencias no anulen nuestra capacidad de escucharnos.


Si revisas con calma, te darás cuenta que más del 95% de los casos de abuso sexual infantil se dan dentro del núcleo de la familia que defiendes. Si, el abuso sexual atenta contra la familia, pero quienes lo practican no son los homosexuales, sino los heterosexuales, especialmente los padres y madres. Una buena campaña, siguiendo tu lógica ante los homosexuales, sería que la iglesia prohibiera a los heterosexuales tener hijos, pues estadísticamente abusan de ellos muchísimo más de lo que estadísticamente hacen los homosexuales mencionados en el artículo de “Desde la fe”.


El alcohol atenta contra las familias. Ay Norberto, si sólo hay que ver los niveles de alcoholismo de nuestro pueblo y comprobar que donde hay alcohol, hay violencia intrafamiliar. Una buena campaña, siguiendo tu lógica ante los homosexuales, sería que la iglesia pidiera al Estado el cierre absoluto de empresas como Bacardí, Pedro Domecq, etc., que están destruyendo familias con sus productos. Estadísticamente, los heterosexuales alcohólicos ejerciendo violencia contra su propia familia son mayoría aplastante. Ahora bien, si cerraran esas empresas nos quedaríamos sin vino para consagrar y qué tomarían nuestros hermanos sacerdotes en su reuniones de zona o vicariato, porque, en honor a la verdad, les gusta bastante echarse sus alcoholes (y esto nadie me lo dijo ni lo estoy inventando, yo mismo he estado ahí y soy testigo)


Como ves, hermano, los atentados contra la familia, los reales, vienen de otros frentes, están documentados y reconocidos como tales. Los otros, los que estás imaginando (o ha imaginado quien escribe en “Desde la fe”) nacen más bien del prejuicio, del desconocimiento de la realidad y de miedos arraigados en el inconsciente.


Que un sacerdote abuse de un niño no hace que todos sean violadores. Que un homosexual abuse de un hijo no es signo de que todos van a hacerlo, no fantasees hermano, que esas fantasías llevadas a la prensa como declaración hacen mucho daño en boca de un ministro de Dios.


Así como no es justo que acusen a todos los sacerdotes de ladrones, pederastas o borrachos, tampoco es justo que “Desde la fe” acuse a todos los homosexuales de desviados, potenciales violadores de sus hijos adoptivos y como la única amenaza a la familia que concibes. En justicia, en el nombre de la simple justicia, deberías hacer callar esas generalizaciones.


Abre los ojos, hermano, que a tu alrededor hay muchos homosexuales que están sirviendo a la iglesia con mucho amor, con mucha calidad humana y más de uno ha tenido una experiencia muy profunda y seria de Dios que, sin duda, está sosteniendo el trabajo evangelizador en más de una parroquia.


Quién sabe, hermano, a lo mejor mucho de lo que la Arquidiócesis está logrando en orden a acercar a la gente a Jesús está sostenido por algunos homosexuales que han decidido abrirse totalmente al Misterio Divino, aun siendo rechazados por sus propios hermanos de iglesia.



Con mi oración para que tú y yo tengamos un entendimiento más profundo del evangelio, me despido.



J. Álvaro Olvera I.

jueves, enero 14, 2010

Cuando los hermanos se encuentran

No recuerdo haberlo visto antes, quizá sí, pero no lo recuerdo.

La matanza del 68; la crisis del 2000; los asesinatos del crimen organizado; la pederastia clerical… estos temas fueron o son de tanta importancia para la vida del país, pero no lograron (repito, que yo recuerde) lo que ha logrado el matrimonio gay: reunir a la iglesia evangélica, al ortodoxa y la romana en un mismo acto de culto, en una misma postura. Esto nos da una idea del tamaño del “enemigo” que las iglesias están viendo en la propuesta de ley. Nada nuevo, las iglesias cristianas (salvo la anglicana) siempre han sido así y siempre han pensado así, esto es una muestra más, una desafortunada e insultante forma más, de mostrar a la gente homosexual que sus respectivas jerarquías NO están dispuestas ni siquiera al diálogo, no digamos a modificar su postura.

Triste y doloroso para todos los gays, pero sobre todo para quienes queremos seguir viviendo nuestra fe sin renunciar a nuestra realidad. Como me dijo una vez el anterior Obispo anglicano: quieres ser romano y acercar a los gays a una iglesia que no los acepta… ¿no crees que es por lo menos algo raro? En aquel tiempo pensaba que no, luego me di cuenta de que tenía razón.

La discusión sobre el matrimonio homosexual está poniendo sobre la mesa, para los creyentes gays, el dilema de pertenecer o no a una iglesia que piensa así, cómo pertenecer, a qué iglesia ir si no es a esta y si, al fin, habría que pertenecer o no a alguna denominación cristiana. Sé que para los no creyentes tal dilema es un sofisma, pero para nosotros, créanme, es un dilema doloroso.

Miles de homosexuales, educados en la idea de que su iglesia es la única verdadera y el único medio para “salvarse”, se quedarán ahí, escuchando toda la discusión, leyendo lo que dicen sobre ellos sus pastores. ¡Cuánta culpa, cuánto dolor he visto en ellos! Se saben rechazados, pero no ven más camino que quedarse en su iglesia, tratad de “comportarse” y vivir sabiendo que están “en la tablita”, jugándose su “salvación” en cada encuentro con otro hombre.

Algunos han decidido dejar por completo el cristianismo organizado: no se congregan, no tienen grupos de referencia, su fe es un asunto personal, aman a Jesús, pero han dado un “no” rotundo a las iglesias o grupos de creyentes.

Otros, algunos amigos míos, han pasado a la iglesia anglicana, la única que tiene una postura distinta entre las iglesias cristianas tradicionales. Decidieron dejar una iglesia que no los acepta e ir a una que sí lo hace.

Los menos hemos formado pequeños grupos, comunidades donde continuamos viviendo lo mejor de nuestra tradición, pero sin aceptar ningún punto doctrinal sobre la homosexualidad. Existen comunidades católicas romanas, evangélicas, metodistas, etc., que hacen lo propio, pues no queremos renunciar a nuestra tradición, pero no vamos a aceptar las doctrinas que se oponen al espíritu de inclusión y tolerancia de la humanidad, o que se oponen a los datos que aportan las ciencias humanas.

A estas alturas quizá la única forma de mostrar a las iglesias que no estamos de acuerdo es dejarlas, porque caminos de diálogo no se ven.

Lo que me consuela es algo que aprendí en la teología: la iglesia no es mayor que Jesús, sino que está al servicio de Jesús. Si la iglesia quiere ser más grande que Jesús, se ha equivocado.

Así sea.


J. Álvaro Olvera I.

viernes, enero 08, 2010

Boda gay. Las peras al Olmo

He estado leyendo los ires y venires del asunto del matrimonio entre personas del mismo sexo. Por supuesto he leído las opiniones del Cardenal Rivera (pos soy católico) y la alianza que las iglesias evangélicas han hecho con él. Declarar inconstitucional el matrimonio entre personas del mismo sexo es la meta, a la que se han sumado la Barra de Abogados Católicos y seguro se sumará la tropa, como decía mi abue.

Además del asunto de la boda, que ya de por sí seria espinoso, se añade la posibilidad de adopción, lo que vuelve el tema una auténtica bomba en la mayoría de las religiones institucionales, porque no te creas que los “retrógradas” que “quieren acabar con el laicismo” (apoyados por cierto partido de derecha) es la iglesia católica romana. Para nada. Ni el judaísmo, ni el evangelismo, ni el catolicismo, ni el Islam aceptarían, cuando menos no en sus versiones oficiales, que siempre hay algunos más abiertos que otros, pues.

Que alguien se quiera casar con alguien de su mismo sexo, me parece bien; que quieran adoptar… habría que pensarlo para poder dar una opinión que no me salga de la entraña (aunque me inclino por el “no”) Pedirle a las religiones, en este caso a la iglesia romana, que no hable, que no se oponga, es pedir de más. Me explico.

La diversidad consiste en que todos y todas tengamos cabida, los mismo derecho, incluso – como dijo magistral y poéticamente aquel indígena en Yucatán, cuando habló a Juan Pablo II – “tenemos derecho a ser diferentes, porque somos iguales”. Las personas homosexuales tienen derecho a pedir el matrimonio, a expresar su opinión respecto al tema y a luchar por ello; el mismo derecho le reconozco yo a la iglesia de oponerse, expresar su opinión y luchar por ello.

Eso es pluralidad, saber que no todos piensan (ni tienen porque pensar) de la misma manera que yo; las iglesias (salvo la anglicana que dicho sea de paso se lleva mis respetos más profundos por su postura respecto al tema de la orientación sexual) tienen un sistema de creencias, una ética y una moral que nace de siglos de vida. Que no nos guste o que se oponga a la nuestra es una cosa, pero que exijamos que esa visión del mundo desaparezca, es otra.

Cuando un joven escribe en su pancarta “Cardenal ¿qué te importa si me caso con un igual?” está equivocando el punto. Como institución, la iglesia tiene un rol social que cumplir, y renunciaría a ese rol si se callara.

Que el Cardenal exprese su opinión, y que los evangélicos se unan. Que los abogados y todos los demás fieles católicos se opongan y busquen cambiar las leyes que desde SU visión consideran injustas… ¿No es lo mismo que están haciendo los colectivos gay con esto del bodorrio? Desde MI visión, es lo mismo.

Que los católicos romanos sigan a su líder es sano, que mientras no sea un delito, todos tenemos derecho a hacerlo. Que busquen influir en las leyes es bueno, todos tenemos derecho a lo mismo. Que su postura y la mía sean divergentes es sanísimo para el tejido social, todos tenemos derecho a tener opiniones diversas.

Que un legislador vote a favor o en contra de acuerdo a sus valores morales es lo que yo espero de él (independientemente de dónde sacó esos valores, si del catecismo o de Voltaire), porque pedir al funcionario que separe sus valores de su ejercicio público es absurdo y es fatídico. La corrupción existe y florece precisamente porque los servidores públicos ejercen su función haciendo a un lado sus valores.

Si yo, por ejemplo, creo que el aborto es un crimen NO debo votar a favor por ningún motivo, como no votó a favor de la esclavitud de los indígenas el famoso Bartolomé de las Casas, siguiendo sus valores y aun en contra de la opinión pública y eclesiástica de la mayoría.

Ahora bien, que el Estado incline la balanza no al bien común de un pueblo que necesita crecer, madurar, avanzar en el camino de la democracia y la justicia, sino a compadrazgos, eso es lo que no debemos permitir que suceda ni con esta, ni con ninguna otra ley.

No es la iglesia la que debe callar, es el Estado quien debe poner el bien de todos y para todos por encima de las opiniones particulares. Si esto no sucede y se legisla por otros motivos, sea por miedo a la excomunión o por ganas de” echarse a la bolsa” los votos de la comunidad gay en el 2012, entonces sí hemos fracasado todos.

Que hablen los que quieran, que se legisle como se debe.



J. Álvaro Olvera I.

jueves, enero 07, 2010

No estamos solos

Recibí un correo de Alejandra, una catequista católica que, habiendo leído algunos documentos de nuestra Comunidad, quiso ponerse en contacto con nosotros para decirnos que ella y su grupo de catequistas comparten nuestra visión de Jesús y nuestro anhelo de una iglesia más incluyente.

Una de las cosas que me decía en su mensaje es que ella es una enamorada de Jesús y que no encontraba en su vida ni en su enseñanza ningún rasgo de exclusión. Incluir a los marginados de la sociedad de su tiempo fue “el más grande milagro de Jesús”, afirma. Ante la realidad de la exclusión, Alejandra piensa que el problema de la iglesia es que hemos hecho a un lado el mensaje de Jesús y nos estamos dejando guiar por otros criterios.

Me ha dado mucha alegría comprobar una vez más que quienes soñamos una iglesia distinta, no estamos solos y no somos tan pocos como se puede pensar. Hay muchos sacerdotes, religiosas y laicos que sueñan y trabajan por lo mismo, una iglesia que manifieste un rostro más humano, más congruente con Jesús, una iglesia que – como dice una de nuestras oraciones – “sea más creíble para los hombres y mujeres de hoy, sedientos de Dios, pero que no lo han encontrado en la iglesia católica que han conocido”.

La tensión entre el amor a nuestra iglesia y la libertad en el seguimiento de Jesús es, para muchos católicos, una herida. Por un lado amamos a nuestra iglesia y la queremos mejor de lo que es, más cercana cada día al espíritu de Jesús; por otro, sabemos que hay que dar pasos concretos para lograr esa iglesia que soñamos, y esos pasos a veces nos llevan a oponernos a ciertas prácticas, a ciertas inercias que consideramos propias de otra mentalidad, de otra forma de ser iglesia, de otro siglo, pues.

Y entre esta fidelidad en la libertad, saber que hay otros católicos que también hacen cosas, crean espacios y dan pasos concretos de mayor seguimiento de Jesús, es un consuelo. No somos los únicos que estamos en búsqueda, no somos los únicos que hemos tenido tensiones con la jerarquía, no somos los únicos que siguen siendo católicos, esperando contra toda esperanza.

Pero bueno, el Misterio Divino se mueve en nosotros como se mueve en la iglesia… algún día, algún día las cosas serán de otro modo. Y como decía mi abue: “A Dios rogando y con el mazo dando”

Gracias Alejandra, y gracias a tus compañeros catequistas.

Álvaro Olvera

lunes, enero 04, 2010

Epifanía 2010


Epifanía es la fiesta de la contemplación de lo humano y el descubrimiento de lo divino.

A José y a María se les prometió aquel que sería llamado Hijo de Dios, heredero del trono de David. ¿Y qué vieron? Angustia, dolor, viaje, pesebre y al final escucharon el llanto del recién nacido, parecía una ratita como todos los bebés; frágil, seguramente no muy llenito, pues los índices de desnutrición eran altos en ese tiempo y en ese lugar. Ante esta realidad humana (el bebé) dieron el salto de la fe y creyeron en que algo del Misterio Divino se estaba moviendo ahí.

A los pastores se les prometió aquel que sería su Salvador. ¿Y qué vieron? Un recién nacido acostado en un pesebre, a lo mejor con el pañal sucio. No contemplaron al Salvador sino al bebé, pero dieron el salto de la fe y actuaron creyendo que algo del Misterio Divino se manifestaba ahí.

Los Magos esperaban encontrar al Rey de los judíos. ¿Y qué vieron? un pequeño en brazos de su madre. No vieron al Rey glorioso que merecía sus dones, sino un simple bebé, pero dieron el salto de la fe y creyeron que es esa realidad humana algo del Misterio Divino se hacía presente.

Ellos, José, María, pastores y Magos, vieron cosas muy humanas, pero su fe los hizo comprender el misterio divino que se ocultaba ahí. Ellos no conocían el final de la historia, así que no pudieron “ver” si lo que creían por fe era real o no, sencillamente creyeron, unos que ese niño sería Rey, unos que sería un Salvador, otros que sería llamado Hijo de Dios.

Para ellos, lo humano contenía lo divino.

Nosotros, muchas veces, nos quedamos en lo humano, sin alcanzar a ver lo que del Misterio Divino se hace presente a nuestro alrededor. Vemos crisis, tráfico, corrupción, pederastia, homofobia, “falta de valores”, “destrucción de la familia”, pero, ¿alcanzamos a ver lo Divino que se mueve ahí.

Porque Dios se revela en lo humano, así que algo de Dios está presente, de algún modo, con algún sentido, es eso humano que alcanzamos a ver. Pero necesitamos abrir los ojos.


Tú eres humano, por ello, el Misterio Divino se revela en ti, se manifiesta a través de ti como eres, con todo lo que eres, así como eres. Si opacas, escondes o niegas tu humanidad, estás haciendo lo mismo con el Misterio Divino. Si aceptas, amas y asumes tu humanidad, en esa misma medida estarás abriendo la puerta al Misterio de Dios para que pueda irradiar desde ti.

No tienes que llegar a ser perfecto, no tienes que llegar a ser santo, no tienes que llegar a ser un místico.

De hecho, por ser humano, ya eres esas tres cosas y más.

Que este año podamos, como José y María, como los pastores y los Magos, acoger lo humano (en el mundo y en nosotros mismos) con la fe puesta en que ahí se manifiesta lo Divino.



J. Álvaro Olvera I.