lunes, agosto 27, 2007

Una monja católica habla a favor de la gente gay


Encontré este texto, vale la pena leerlo:

“Todas las semanas, en la Eucaristía, los veo formarse en la fila para la comunión, mientras sus padres les dicen: “pongan las manos juntas, así”. Los pequeños tienen 7 y 8 años. El niño se arregla el cuello de la camisa mientras ella se acomoda el moño del peinado. Se pude ver la inmensa alegría en el rostro de los niños al regresar a su lugar del mismo modo que se puede ver el amor que sus padres les tienen.

Los padres no podían tener hijos propios por lo que han adoptado esos dos niños de una minoría étnica. Tenían la intención de adoptar solamente al varón pero cuando vieron a la hermanita no tuvieron el coraje de separarlos. Es una alegría verlos crecer. Pienso que son la familia católica del año.

Cuando los veo no puedo dejar de pensar lo mucho que me gustaría que algunos otros niños que estoy viendo crecer - como Malaquías y Daniel - tuvieran una familia lejanamente parecida a ésta.


La mamá de Malaquías y Daniel se ha casado tres veces; el segundo esposo, un policía, agarraba a los niños del cabello y les apuntaba con la pistola solamente para aterrorizarlos. El último arrojó a Daniel por la escalera y luego corrió a ambos hermanos de la casa. No tienen nada: ni ropa, ni educación, ni religión, ni amor.


Ninguno de estos dos ejemplos es ficticio, son personas reales que existen en lugares reales. La segunda pareja es heterosexual, la primera es gay. Explíquenme otra vez lo que significa “intrínsecamente malos” y “esencialmente desordenados” [nota: son dos de los términos que el entonces cardenal Ratzinger aplicó a las relaciones homosexuales en un famoso documento Vaticano de 1986] Estoy confundida...


Por cientos de años hemos practicado cosas como la esclavitud, de las cuales la Iglesia ha dicho que pertenecían “al orden natural de las cosas”; después hemos descubierto que no era verdad. ¿Quiénes pecaron? ¿Aquéllos que decían que no era natural o aquellos que dijeron que lo era? Seguramente la propia conciencia es parte de lo que hace posibles cambios como éstos.


La conciencia ha puesto en discusión lo “natural” de la supremacía del varón y de la “natural” inferioridad de la mujer mucho antes de que lo hiciera un Papa. La conciencia ha modificado también la visión de la ecología después de siglos practicando la destrucción del planeta.

¿Es que para la Iglesia católica la conciencia es cosa del pasado?
¿El ministerio es una cosa del pasado cuando se dice a las personas que no se sientan menos cuando alguien, en algún lugar, los llama pecadores? ¿Estamos maldiciendo a los padres y a los hijos que no entran de lleno en los moldes de perfección creados por otros? ¿Ninguna ayuda para ellos? ¿Ninguna esperanza? Y sobre todo ¿qué clase de aliento estamos dando a quienes, viviendo en la homofobia, ven aprobado su ”derecho” a odiar? ¿Cuántos otros Matthew Shepard en el mundo serán asesinados a golpes por ser homosexuales, gracias a este rechazo de parte de la Iglesia, de esa institución que debe sobretodo revelar el amor de Dios?

Es un momento triste no para la doctrina, sino para la conciencia...


Hay una historia sucedida en la época de la invasión nazi a Dinamarca que nos pude dar alguna pista: Hitler dio la orden que todos los judíos del país llevaran en el brazo la Estrella de David para distinguirlos del resto de la población y poder controlarlos. Los judíos eran un mal natural, decían los nazis.


Al día siguiente el rey apareció en el balcón del palacio llevando una Estrella pegada en la manga del saco. Hizo esto por su conciencia.
Estoy pensando hacerme un triángulo rosa, símbolo de la homosexualidad, para llevarlo sobre mi hábito. Piénsalo. Tal vez también tú quieras ponértelo”.


Sor Joan Chittister, monja benedictina norteamericana

viernes, agosto 24, 2007

ORACION AL PADRE BUENO, DIOS DE LOS POBRES Y EXCLUIDOS

ORACION AL PADRE BUENO, DIOS DE LOS POBRES Y EXCLUIDOS


Padre Bueno, Señor de la historia,
Dios de los pobres y excluidos,
escucha nuestra oración , guía nuestros pasos,
ayúdanos a crecer en la fe.

Tu palabra nos muestra, a través de la Biblia,
tu corazón preocupado por la vida de todos,
en especial por lo pobres y olvidados.

En nuestros oídos resuenan
actuales e interpelantes
tus palabras de Éxodo
llamando al compromiso
y señalando tu voluntad de justicia.

Tú eres un Dios que escucha el clamor,
que ve el sufrimiento,
que está atento a la vida del pueblo.

Tú eres un Dios que no soporta la injusticia,
que se rebela ante la opresión,
que no acepta la muerte lenta de la marginación.

Tú eres el dios de los pobres y excluidos,
de los que yacen al costado del camino
y claman a o alto para no perder la esperanza.

Eres el Dios de los profetas,
que señala con voz firme
los abusos de unos pocos
en perjuicio de la vida de muchos.
El Dios que se indigna
con la acumulación de bienes de algunos
frente a la escasez de lo mínimo de tantos.
el Dios de la denuncia
que toma partido por la vida de los pobres,
para lograr la conversión de todos,
y trazar el camino a la salvación y vida nueva.

Tú eres el Dios de María en el Magnificat,
el Dios que cumple sus promesas
y llega para realizar la justicia prometida,
para dar vuelta a las cosas si es preciso,
un Dios sensible a las miserias,
que actúa para cambiar a la sociedad
y sembrar semillas de dignidad y esperanza.

Tú eres el Dios de los pobres,
el que vive en las barriadas
de las grandes ciudades,
el que está presente en las zonas alejadas
del campo y la montaña.

Tu rostro está cercano;
sólo hay que aprender a mirar
con ojos de evangelio
para descubrir tu presencia:
En los rostros cansados
de los trabajadores mal pagados,
en los rostros de los desocupados
que gastan las calles a la espera
de una oportunidad que nunca llega,
en los rostros sin sonrisa de los niños de la calle,
en los rostros in horizonte de los jóvenes
que dejan la escuela,
en los rostros relegados de los ancianos
que no encuentran lugar en esta sociedad para pocos.
(escandalosamente anticristiana)

Padre bueno, Dios de la vida,
¿Por qué cerramos los ojos?
¿Por qué tapamos nuestros oídos?
¿Por qué nos engañamos con ritos y prácticas?
Si lo que tú nos pides es compasión activa,
misericordia sincera, solidaridad efectiva,
¡Cambio del corazón
que sea capaza de cambiar estructuras!

Las palabras del profeta
no han perdido su actualidad incisiva:
¡Misericordia quiero,
y no sacrificios o ritos vacíos!
Amor a los pobres,
compromiso eficaz por la vida de todos.

Tú eres el Dios de los pobres,
tú eres el Dios de la vida.
el Padre bueno que nos invita
a cambiar la historia.

Danos, Padre, el don de la mirada nueva,
Danos el don de la compasión de Jesús,
danos el don de las manos solidarias,
comprometidas por el cambo.

Tú eres el Dios de los pobres
y desde ellos y para todos
queremos compartir contigo
la construcción del Reino, la vida nueva
de la justicia, la paz y la igualdad.

Que así sea...

Marcelo A. Murúa

martes, agosto 14, 2007

Homofobia y Oración

Una de las realidades más dolorosas a las que se enfrenta toda persona homosexual es el rechazo. Las actitudes de rechazo van desde lo más leve hasta lo más grave como la tortura y el asesinato. El miedo a las personas diferentes, cultivado al calor de una educación sexual llena de tabúes y de la intransigencias de ciertas visiones religiosas sobre la sexualidad humana – que bien estaban en la época de san Agustín, pero que dejan mucho que desear en el siglo XXI – hace que personas buenas se vuelvan inquisidores refinados ante las personas con una orientación sexual homo.

Hay acciones educativas destinadas a aminorar, si no a acabar, con la homofobia. Hace unos días estaba charlando con dos sexólogas que me hablaron de los intentos de organizaciones de la importancia de la ONU y la OMS para fomentar el respeto a las diferencias de orientación sexual. Los proyectos van marchando, comienza a vislumbrarse un cambio de actitud en los más pequeños, aunque sabemos que nos queda mucho por trabajar y, para miles de personas en el mundo, queda mucho aún por padecer.

En algunos grupos religiosos más abiertos, se han querido organizar jornadas de estudio sobre temas de diversidad. Hay quien me propuso una vez organizar un encuentro ecuménico para orar por el fin de la homofobia. En ese momento, lleno de ideas para la acción concreta, pensé que orar por el fin de la homofobia era algo más bien para las “viejitas”, que nosotros teníamos que pasar a la acción y dejarnos de tanto rezo. Impulsos de un corazón joven e inexperto que se ocupaba de las cosas del Señor.

Una ocasión, reunido con algunos ministros religiosos gay, se hablaba de la homofobia como uno de los crímenes más grandes de nuestro siglo. Los ministros escudriñaban la sociedad y sus iglesias para sacar a la luz la cooperación que estas estructuras han dado al aumento y proliferación de los crímenes por homofobia. Esa semana había salido en el periódico la noticia de un sacerdote asesinado por claros motivos de odio a su homosexualidad. Unánimemente condenamos el crimen, y queríamos encontrar caminos para que no sucediera más.

Durante la comida – ignoro como pasamos de un tema a otro – comenzamos a hablar de los novios (porque varios de esos ministros religiosos tienen pareja o están buscando una) Si alguna vez has estado en una charla sobre novios, sabes que cada uno empezó a contarnos su idea del novio de sus sueños: que si guapo, que si inteligente, que si con buen cuerpo... Uno de los ministros dijo: para mí, lo principal es que no sea “jota”. Me cagan las jotas. Otro respondió: si wey, parece que los jóvenes solo piensan en las plumas y en aprender coreografías de RBD. Hubo un comentario extra: En mi vida me acotaría con una jota, para eso mejor me voy con una mujer. A mi me gustan los hombres.

Varios de los presentes (no muchos, hay que reconocer con pena) nos quedamos de a seis. Nos miramos como diciendo ¡Qué pasa! Sólo uno replicó a los comentarios: Es increíble que nos duela el asesinato de nuestro hermano, que condenemos a la Iglesia por su homofobia, cuando nosotros mismos despreciamos a otros homosexuales por no ser como nos gustaría que fueran.

Y es verdad. No nos damos cuenta que muchas expresiones que usamos están cargadas de la misma homofobia contra la que decimos luchar. Frases como Jotas no, cero plumas, yo machín, ¿Cómo se atreven a vestirse así?, es que denigran a la comunidad gay, la verdad ellos se ganan en rechazo, por ellos nos va mal a todos, solo guapos, solo GB... son muestras inconscientes de la homofobia que está introyectada en nuestras formas de pensar y de ver el mundo.

Triste, pero cierto. Las formas más crueles de homofobia no son las que ejerce la sociedad o la Iglesia, sino que la un homosexual ejerce sobre otro. Muchas personas se dicen asumidas, sin broncas existenciales, pero sus comentarios hablan más bien del rechazo por ellas mismas, proyectado en rechazo a otras expresiones de la propia homosexualidad. Y la homofobia contra uno mismo es la más dura, la más oculta, la más perjudicial y la más difícil de sanar porque no se reconoce.

Luego de varias experiencias así, donde he encontrado ministros religiosos o terapeutas que proyectas su propia homofobia en la vida de los demás, volví a pensar en aquello de orar por le fin de la homofobia... y creo que es algo urgente.

Hoy estoy convencido que la oración por el fin de la homofobia es uno de los pocos caminos que tenemos realmente eficaces para acabar con esta dolorosa herida social y religiosa.

Pero no me malinterpretes, no me refiero a orar para que Dios acabe con la homofobia del papa, por ejemplo.

Me refiero a orar para tener la sabiduría, la honestidad, la claridad, la humildad de reconocer la homofobia personalizada, introyectada. Y orar para tener el coraje de sanar el propio corazón lastimado, llagado por este mal.

Y tampoco se trata, para mi, de pedirle a Dios que nos limpie y nos sane... porque Dios no va a hacer por nosotros nada que no hagamos nosotros. Ya lo dijo Séneca hace dos mil años:

Estúpido es el hombre

Que pide a los dioses

Lo que debe hacer por sí mismo


Entonces... Oremos.


José Álvaro Olvera I.